jueves, 3 de julio de 2014
Poesía completa. Eloisa Guerra. 2000.2014.
Eloísa Guerra
Poesía completa
2000- 2014
PRIMERA EDICIÓN
10. COLECCIÓN POESÍA
74 Editorial
CÓRDOBA-ARGENTINA
Prohibida su reproducción total o parcial
sin previa autorización expresa de la autora.
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.
Poemas sueltos. Eloisa Guerra. 2000-2014.
Poemas sueltos
2000-2014
Julio 2000
Introspección
V
Yo suelto una carcajada falsa
Que en el torbellino del mundo es nada.
Yo dejo que mi ojo sangre
Al frente de una tonta pantalla
O al frente de mi padre,
Para que se purifique de una vez
Y el eterno nudo en mi garganta
Desaparezca mañana por la mañana.
X
Toda la noche tratando de que
Se sequen las cuencas.
Toda la noche tratando de nombrarme.
El músculo asoma por la ranura
Hacia el abismo.
Sólo oscuridad encuentra.
Vigilia inútil.
Desasosiego del día.
XV
Cerrados los puños en los
Barrotes de grafito.
El cuerpo de la ranura abierta
Que grita
Encerrado en un cubo dibujado.
Septiembre 2003
La canción de la muerte
Canten la canción de la muerte
Cántenla
Nadie va a poder con mi suerte
Nadie podrá
Madre
El aislamiento va finalizando.
¡Ha llegado la primavera!
Sus colores y trinos me impiden mirar hacia atrás.
Siento cerca la resurrección y a pesar del dolor
que ahoga mi alma, debo dejarte ir.
¿Pagaré caro este abandono? Algún día lo sabré.
Lo que ahora conozco, es mi propio corazón.
Las palabras, no logran explicarlo; las palabras no sirven.
Impunidad de este mundo que se te vuelve en contra.
¿Cómo podrán jamás las palabras, vanos constructos para sentirnos menos solos, luchar contra la injusticia que florece a cada paso?
Madre, por favor, creéme.
Me avergüenzo hasta de las cosas que no he hecho.
Aunque ya no me avergüenzo de la persona que soy.
Todo es demasiado triste y yo no puedo volver a tu regazo.
Ahora odio las sombras y las trampas que extiende la ceguera.
Debo florecer una vez más,
Y cuidar, yo sola, mi propio jardín.
A veces, mis ojos, no son ellos mismos.
Intuyen la castidad o la virtud, pero terminan
por sangrar en el estrépito cotidiano.
Adivino entonces, que miles de ojos
Deberían ser incinerados, en una
Inmensa pira, en la plaza pública.
Atardecer fatuo
¡Salud, dulce crepúsculo que reinas en mi corazón!
¡Embárgame, grata melancolía!
¡Que el perfume de mi esperanza no sea en vano!
¿Será posible la dicha, lejos de este infame calabozo?
¡Sonríe, espíritu y carne!
La noche que desates las soporíferas ataduras
Y repares tus quebradas alas,
El más bello y deseado entre los mortales,
Te recibirá contento sobre el eminente tálamo.
Besará dulcemente, aunque con hipócritas labios,
Tu pecho cansado y aun joven de Sibila ausente;
Esa que de tarde en tarde, espera con ardor,
Colgada de la ampolla,
El terrible desembarco de las huestes de la muerte.
Little peace of mind
Sabés que te daría todo lo que tengo,
Por un poco de tranquilidad.
Nada más que eso.
Así que nene, hombre o amigo:
¡abrí los ojos!
Puse mi confianza en vos.
Octubre 2003
Mágico sino
Transcurro como un río.
Odio.
Me agito.
¡Aúllo en el abismo!
Como un fugitivo, escapo hacia los bosques,
Amparado por las ninfas de estrechos vestidos.
¿Acaso deberé creer que Dios
Nunca apartó de mí su rostro?
¡Con la cantidad de Amor y Belleza
Que la traición,
Ha corrompido para siempre!
Debo parecerme a un gladiador
Surcado por exóticas heridas:
Hoy regreso, vuelvo indemne
Del vértigo de la razón.
De súbito hallo, en la sangre y el espíritu,
Fuerzas para vomitar ese oscuro veneno
Tanto tiempo adormecido.
Me pesa el corazón.
Transcurro como un río.
Diciembre 2003
Ten en cuenta el momento
Las persianas caen como lápidas
Cuando la pensión es una tumba.
Una a una, las esperanzas se van cerrando,
Y todos quieren caer también, víctimas del sueño.
¿Estarán ellos realmente cansados?
Sobre la terraza, anoche, bajo el
Cielo encapotado que yo veía rosa,
Los edificios se erigían incólumes,
Y nosotros festejábamos
Nuestra juventud.
Ten en cuenta el momento,
Y cuídate del mal.
No te avergüences de ti mismo.
Grábame como un sello sobre tu corazón,
Como un sello sobre tu brazo;
Porque el Amor es fuerte como la Muerte.
Septiembre 2005
Dos mil ciento noventa y dos
Otro día sin amor
Cruzando ese maldito parque
Hay dos pájaros al sol
Otro día sin amor
Cocinando tu soledad
Añorando sueños extraños
Otro día sin amor
Con el corazón roto en el pecho
Tomándote el mundo como una metáfora
¡Hey, mozo!
¡Otra taza de café!
Otro día sin amor
Sólo hazlo
No te muevas
No hables fuera de tiempo
No mientas
No te aferres
No te muevas
No pienses
No esperes demasiado
No les mires
No estés pendiente
No te aferres
Pero canta tu canción,
De cara al feroz viento,
Aunque te desgarres por dentro.
Noviembre 2009
Fedra
Triste desecho de la Naturaleza,
Me ocultaba del día y escapaba de la luz;
No hacía más que implorar la muerte.
Hasta que el cielo se abrió, y
Sus suspiros ingenuos,
Nos dieron días claros y suaves;
Nos tatuaron las manos de ternura.
Julio 2011
Vanguardia de mi corazón
Fue mi corazón rojo
Vanguardia por un año
O dos
Los secretos gritan alto
En este mundo ido.
Giran como aquella luna que nos mostramos.
Concierto de cuerdas
Para un barco que se hundió.
Vanguardia de mi corazón
Por un año
O dos
Vanguardia de mi corazón
Por un año
O dos
Lenguas en una pica
Tres doncellas recorrieron la comarca
Iluminadas con neón.
Plantaron cruces en la arena,
Bailaron como hechiceras.
Secaron sus lenguas al sol.
Entre perros pudriéndose,
Y hombre y mujeres vencidos
Por una fatiga a lo Sísifo,
Rogaron por la muerte.
Bajo sus caras, una luz blanca,
Iluminadas con neón.
Verde
Mi corazón era verde,
Como hierba,
Era verde.
Mi alma, mantiene su casa abierta.
Mi amor, no usa disfraz.
Mayo 2013
Greta pasaba las noches languideciendo
Esperando a que la niña llegase.
Al ver las instalaciones del aposento
En el que le tocaba vivir,
Se daba cuenta de muchas cosas.
En primer lugar, la desidia y la negligencia
Con que eran tratados todos
Los animales que por allí pasaban.
En segundo lugar, el extrañamiento
Que le producía la opresión sobre su propia carne.
Y en tercer lugar, y quizá lo más caro,
La falta que le hacía Lucía, la falta
De su amiga la sentía en los huesos,
En los húmeros huecos, hubiera dicho
Vallejo. Hubiera dicho más cosas,
Tirado como un perro, en una
Noche fría, traspasado, solo,
Enfermo y estoico.
Azurduy
Te imagino descrenchada
Con tu lanza,
Azotando el viento,
Con la mirada torva.
No hay a quien
Mirar
Dulcemente.
Vallejo
Piedra negra sobre
Una piedra blanca.
Fiebre altísima en 1938
También revuelta popular y cárcel.
Vamos de paso par
A paso impar.
Pequeñas toses, toracinas y sangre.
Marzo 2014.
With Dylan Thomas
¡Enfurécenos contra la muerte de la luz!
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
Aunque los sabios entiendan al final
Que la oscuridad es lo correcto, como
También saben que ningún
Rayo ha confiado vigor a su
Oscuro verbo, saben de no entrar
Dócilmente en esa oscura noche.
Y los locos, que al sol atraparon al
Vuelo en sus cantares y advierten,
Demasiado tarde, que era tarea
Demasiado grave, no entran
Dócilmente en esa negra noche.
Y los hombre serios, que de
Viejos se vuelven ciegos, y que
Cerca del final, se dan cuenta
De que la ceguera pudo ser brasa
Y alegría, se enfurecen
Ante la muerte de la luz.
Y tú padre mío, bendíceme
Con calientes lágrimas, te lo
Ruego. No entres dócilmente
En esa triste noche.
¡Enfurécenos,
Enfurécenos ante
la muerte de la luz!
Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres solos han de ser
Uno solo, con el hombre del viento.
Cuando sus huesos queden limpios
Y los limpios huesos se dispersen,
Ellos tendrán estrellas en los codos
Y en los pies. Aunque se vuelvan
Locos, serán cuerdos, aunque se
Hundan en el mar, de nuevo
Surgirán, aunque se desencuentren
Los amantes, el amor no se perderá.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
Bajo los dédalos del mar no han
De morir, retorcidos de angustia
Cuando los nervios ceden, atados
A una rueda no serán destrozados:
La fe, en sus manos, ha de partirse
En dos y habrán de traspasarles
Las buenas intenciones; rotos
Los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Romperán las olas, alentarán las flores,
Levantaremos nuestras cabezas ante
Los embates de la lluvia; nunca
Totalmente locos, ni totalmente
Cuerdos, ni totalmente muertos.
Martillearán las margaritas, irrumpirá
El sol: y la muerte, no tendrá dominio.
Este pan que yo parto no es mío,
Sino de varios. Ya no es de
La avena ni de la tierra.
Ni siquiera del comercio: no vale
Un billete o un par de monedas.
Este pan que yo parto no es mío,
Ni siquiera vuestro. Se han
Desangrado en los campos, y
La masa absorta e indiferente,
Paga cada día lo que le
Piden por él.
A la madrugada, los camiones
Lo reparten, dejando la huella
De olores que llenan el alma
Del desnutrido. No así su
Estómago. No así sus ojos,
Ni sus manos, que romperían
El vidrió del comercio,
Cortándose los nudillos,
Por ese pan.
Este pan que yo parto, no
Es el pan de los poderosos,
Ni el de los especuladores.
Tenemos nuestros ahorros
Y un muerto en el ropero
Para cuando las papas queman.
Violaciones, asesinatos,
Prostitución, suba de precios;
Venta de droga:
Ésos son nuestros muertos más
Queridos cuando nuestro pan sube.
Este pan que yo parto, hermana mía,
Es el de tu hija y su cristalina mirada.
Es el de tu taller, tu bicicleta,
Y tus pantalones roídos.
Es el pan de la soledad y el hambre,
El pan de la psicosis y la depresión,
El pan de las risas y de la alegría.
Es el pan de un cigarrillo compartido.
Este pan que yo parto,
Es el pan de los pobres.
En mi oficio o en mi arte, trabajo.
Quizá por el perfeccionamiento, la
Perfectibilidad. Por ambición;
Por el peso de cada día.
Para el hombre altivo
Y la mujer hipócrita.
Para los muertos queridos,
A los que ya nada se les debe
Y ya no nos deben nada.
Escribo páginas fieras para que
Los angustiados se alegren, los callados
Griten, los dóciles se rebelen.
Para que el abusado haga justicia
Y el niño triste, juegue tranquilo.
Para que el golpeado, golpee.
Para que el que pide, exija.
Para que el que rece, crea.
Para que el flemático sea colérico.
Para que el sordo, sea traspasado
Por una flecha.
En mi oficio o en mi arte, trabajo.
Quizá, por ambición.
Velvet eyes. Eloisa Guerra. 2014.
Velvet eyes
Septiembre 2013-Abril 2014
Primera parte
I
Escuchar amanecer
Es un futuro gigantesco para toda la humanidad.
II
Sofisticado,
Para mi gusto.
III
Hay que amar,
amar,
Y amar.
IV
Tengo poder.
Eso es lo que prevalece
En mi corazón.
V
Nos veamos, C.,
Frente a frente,
Bajo el sol.
VI
¡Navidad genial!
Con C. presente
En cuerpo, mente y alma.
VII
Soy mestizaje completo.
¡Todas las furias cantan en mis venas!
VIII
¡Who sends you,
C., from the heaven!
IX
Hay interrogantes que
Caen en un agujero negro.
X
Comunión de dolor humano.
Aunque siempre, siempre,
Queremos ser felices.
Segunda parte
Hay que descargar tensiones.
Reír, llorar, y,
Ocasionalmente,
Golpear muebles.
Richie Robert’s song
MacDonalds says: “This boy is not ok”.
Scott says: “He gives me money”.
Then she says: “He must to fly”.
And Richie shouts: “I´m going to drive”.
Richie was confused
Because they have to used.
“Where is love for me?
They only due my money”.
With his big backstroke
He has to be an alabastro.
With his big great eyes
He has to close the lights.
With his big brain
He has to see the rain.
And then she said: “Come on. You pass”,
And he smiles like God and trust.
When she sleeps, he makes love
When she cries, he prays to the Lord.
They saw each other
Without their mother
They love each other
Don´t care another.
First time I saw him
He looked me so intensive
First time a saw her
She looked me so depressive
First time I saw him
He looked me so depressive
First time I saw her
She looked me so intensive
Velvet eyes
He looked so beautiful
And maybe though: “I´m a fool.
He read in those pages “Hur”,
“I´m a great, great artist too”.
“What happened to me
In all this years?
Why I eat so much shit?
This life is so depress!”
“She cried for help
And I stay to her
She loves me too
That´s all that I knew”.
C
Full of light
Full of beauty
Full of heat
Full of love
He must to live forever
He must to love me forever
Tercera parte
I
Un hombre joven,
Inteligente, digno,
Firme y altivo.
Un hombre nuevo.
Un hombre mío.
II
Me gustaría que tus manos
Me abrazaran.
Dormir sobre tu pecho.
III
Te sueño con un pullover gris,
Jeans azules,
Y tu barba.
IV
Ojos de diamante.
Traje de anarquista.
V
Palomas blancas
Sobre párpados azulados.
Empezó a tomar
Desesperadamente
Después de la caída
de Constantinopla.
Por suerte, nació Lutero.
¡Qué no!
¡Que no hay ninguna fiesta
En ningún lado!
Y todos deberían saberlo.
VI
¿Por qué mis ídolos se mueren?
¿Por qué caen edificios alrededor mío?
VII
Caras nadando en el Espacio y el Tiempo.
Caricaturas de la confusión y del dolor.
Si tan sólo te fueras
Y nunca hubieras venido
Y nunca hubiéramos soñado
Y nunca nos hubiéramos cruzado.
No me importa tu pasado
Ni el mío.
Miro hacia adelante.
VIII
Abrazados,
Para toda la eternidad.
No tengas miedo. Eloisa Guerra. 2013.
No tengas miedo
Diciembre 2013
I
What you feel is fear
What you want, is have no fear.
II
They killed you everytime,
And now, you can´t sleep.
It´s not a game.
It´s our life.
III
Mind attaq
Heat attaq
Beat is life
Thank you
IV
I need you
I want you
I love you
V
Esto no es Ítaca
Yo, no quiero volver.
VI
Me da mucha tristeza verte mal.
Te quiero mucho.
No hagas cosas que no quieras hacer,
Just for money.
Art is love.
VII
Talk to me.
Respect me.
No te burles de mí.
Love me as I am.
VIII
No entiendo la maldad.
Quiero ser feliz.
Tengo que escapar.
Casi no tengo fuerzas.
I need to be myself.
IX
Estoy muy cansada.
La gente debe hablar,
Y decir lo que piensa.
Ya no sirve imaginar.
X
Te amé con toda el alma.
She´s got the devil in the heart.
She´s an angel send to me.
Espero seas feliz.
Espero te amen como yo,
O quizá, más.
Te extraño.
XI
¿Hasta cuándo con los locos,
Los pobres; los pobres diablos?
¿Hasta cuándo el hilo se corta?
Tensa la cuerda.
Tensa la cuerda.
XII
Qué desgaje de dolor.
Qué desgaje de dolor.
Qué desmadre de dolor.
Qué reviente de bronca.
Debe ser la mierda que me tengo que tragar.
XIII
You’re not here.
Había que subirse por una escalera
Y mirar por una lupa.
Only sleeping. Eloisa Guerra. 2013.
Only sleeping
Septiembre 2013.
I
¡La vida todo te lo dará!
Yeah! But I´m dead!
II
Una puñalada,
Una mancha de sangre.
III
Sobre la nieve,
Un cuerpo muerto.
No more words.
IV
Aullidos en la noche.
La dínamo, sospecho,
Tampoco entiende nada.
V
Brazos acalambrados.
Cansancio de la mañana.
VI
Holidays in the sun.
Una buena vuelta,
Por este pueblo,
Que, en realidad,
Para vos no vale mucho.
VII
Tomar unos mates;
Soñar con abrirse las venas.
El impulso es desactivado,
Por demasiada racionalidad.
VIII
Understanding.
For you.
Not for me.
IX
Primavera.
Primaveral
El calor es un sopor.
Insoportable sopor.
Y el peso de una vida.
Demasiado, si se piensa,
Que es una sola vida.
X
Retortijones.
Violaciones.
Una cuchara clavada
En el azúcar.
XI
Life.
Living.
(Creo)
Todo sigue igual.
XII
Hay que bañarse,
Todos los días,
¡Aborrezco la suciedad!
XIII
HAY QUE HACER,
Otro libro de poesía
Por los tiempos
Que corren.
XIV
No, hija mía,
No hay que desear la muerte.
Ella viene sola.
XV
¡Cheap holidays
In other people misery!
XVI
La hija pródiga
Ha vuelto.
¡Salud salaud!
¡Estamos todos contentos!
XVII
Don´t smoke
Anymore.
¡Cómo!
XVIII
Es muy hiriente,
PORQUE ES AMOR.
Y esto,
Es MATAR EL AMOR
Que hay en mí.
XIX
El arte debe
Transformar el mundo.
Lugar donde todo
Puede suceder.
XX
Lo tomo de la manita.
-No quiero ir a Charbonier.
-No vamos a ir a Charbonier.
-Te quiero.
-Yo también te quiero.
XXI
-Nos vamos a ir del país.
-¿Y vamos a ser felices?
-Felices como nunca lo fuimos.
-Nunca fui tan feliz como hoy, que vamos de la mano.
-Yo tampoco.
XXII
They pay
For pain.
Blues for Dana. Eloisa Guerra. 2013.
Blues for Dana
Abril 2013.
Empresa
No tengo casa. Dejé un pueblo para representar mi drama épico. Ellos me golpearon. Me golpearon tanto y mucho, que no tengo voz, ni oídos ni cuerpo. Sólo tengo mi cerebro. No sé lo que pensás. ¿Pensás en algo, alguna vez? ¿Pensás en la gente insana, en los sin hogar, en los drogadictos, en las mujeres que no tienen útero porque tuvieron más de cinco o siete o quince abortos? ¿Pensás en la gente joven que es pobre, o incomprendida, o que tuvieron que dejar sus “dulces, dulces hogares” para poder vivir una vida mejor? ¿Pensás en el dolor de la gente, de la gente pobre? ¿Pensás que son tontos? ¿Pensás que son ordinarios? ¿Pensás que son sucios, rabiosos, hambrientos, malditos, negros, charrúas, basura blanca, chinos, judíos, bolitas? ¿Podés imaginarlos haciendo el amor, o mirando televisión con ojos cansados, mientras el gobierno dice mentiras y las compañías se roban sus aguas, sus montañas, sus tierras, sus hijos? ¿Pensás en eso? Porque si no pensás en eso, vos no sos nada. Sos el corazón más pobre de este Reino.
Little Ángel
El Señor es mi Pastor,
Nada me puede faltar.
Reza.
No mientas.
Pelea por la justicia.
Ama, ama, ama, ¡a todos!
Reza, nuevamente, ahora, por un mundo mejor.
Escribe, escribe, escribe, también, por un mundo mejor.
Otorga segundas oportunidades, ¡a todos!
Mucha gente, toda la gente, es inteligente, alegre, cariñosa.
Toda la gente es buena para lo que se proponga.
Amarnos los unos a los otros,
Como Dios nos ha amado.
Ahora es el momento:
Tres en punto.
Rezando
Rezo, en silencio,
Por el alma de mi bebé muerto.
Lo amo.
Él era mío,
Sólo mío.
Culpo por esa muerte,
Y quizá, ellos me culpen también.
No me importa lo que piensen,
Sólo si pude hacer algo por su salvación.
Madres y padres:
Vuestro viejo camino,
Está rápidamente yéndose.
Porque los tiempos,
Están cambiando.
El poeta
El poeta puede ser pobre.
El poeta puede estar triste.
El poeta es inteligente.
No pueden faltarle el
Amor y la Generosidad,
Y lo más importante:
Al poeta no pueden faltarle;
Ni la boca, para denunciar,
Ni los oídos, para la justicia.
EL POETA ES LA MEJOR MÁQUINA
Blues for Dana
Nunca más, nena.
Nunca más.
Te quiero,
Y te quiero para siempre.
Rezá, y decí
Una pequeña oración por mí
Y por nuestros niños,
Nuestros niños muertos.
Por tu futuro.
Por mi futuro.
Alejáte de las malas personas,
De los malos pensamientos,
De las malas memorias.
Alejáte de los y las hijas de puta.
Sé feliz.
Trabajá, militá, por un mundo mejor.
Tené tu plata, tené tu independencia:
Moral, corporal y espiritual.
Creé en mí y en las chicas que te inspiren,
Cuando decís: “Sos una buena chica”.
Hablá con tu corazón, siempre.
Siempre.
Aunque te enojes.
Tu corazón nunca miente.
Y la peor, es la ira de los justos.
Sé justa, sé bondadosa: pero poné límites.
Porque todos y todas, están esperando a una
Buena chica, para destrozarla.
¡Odian a las buenas chicas!
Se rasgan las vestiduras por la integridad
Porque no saben qué carajo es.
En el fondo, son graciosos;
Hasta con un índice levantado.
Negligencia espiritual
Tienen el trasero muy grande,
Y lleno de mierda.
Nunca vi tanta negligencia,
Negligencia espiritual.
Nunca vi tanta desidia,
Tanto no hacer nada.
Mierda en la cara,
Mierda en los pies.
Mierda en la boca.
Siento un olor a óxido,
Aunque quizá, dejaron el gas abierto.
¿Morir aquí?
¡Dios no lo permita!
Morir,
En las nieves del Kilimanjaro.
Nariccini
Nariccini, busca la libertad, dije.
Nunca más por comida
Ni por cariño.
Lo más importante, amigo mío,
Es la libertad.
“Pero señorita, a veces,
Amo a las personas,
Realmente las amo”, dijo Narccini.
Bueno, hijo, tienes un
Gran, gran problema.
“Y una gran nariz también,
Señorita!”, dijo Nariccini.
Y luego,
Él rió.
Faldas del Uritorco -Aldea policial-. Eloisa Guerra. 2013.
Faldas del Uritorco
-Aldea policial-
Febrero-Marzo 2013
“… Y alrededor había algunas casas, con señoras
prolijamente putas, que te ninguneaban la vida,
el embarazo, la obra. Algunos “no tenían plata”,
pero “tenían que ir al banco”.
Y a mí me daban ganas de entrar en esas casas,
violar a esas mujeres, despanzurrar a esos hombres,
llevarme la comida, la plata, las joyas; dormir una siesta
en esas camas cómodas, de colchones altos.
Porque mi bebé se retorcía de hambre en mi vientre,
Y yo tenía terror de que toda esa mierda fascista
se llevara lo mejor que me había pasado en la vida”.
I
No tengo casa. Me fui de un pueblo hace poco.
Me echaron. Me echaron de tantos lados con la garganta y con los ojos, con la mente y con el cuerpo, que no sé qué mierda pensar.
Ando tensa. Tensa de que me maten.
El futuro y el pasado se me atraviesan en el cuerpo y no puedo ni respirar.
Estoy varada en el cerro Uritorco, vendiendo libros y casi sin dinero.
Aquí, encontré gente que dice: “Ella es poeta”.
Nadie había dicho nunca, eso de mí.
Salvo el tío Alfredo.
Que en paz descanse.
II
Dormí en una fábrica abandonada.
Era un cuarto como de yonquis, con anotaciones de TE AMO en las paredes de ladrillos colorados. Fui torpe hasta entrar. Sentí pánico. Pánico de dos o tres ratas que había en la cocina. Negocié con Dios, y le prometí amar y trabajar, y esa noche, las ratas no anduvieron por mi pieza. Cuando por fin encendí la vela, me quedé meditando mientras se derretía. Recordé muchas cosas y me sentí emocionada. También a Sebastián, pateando, llorando y gritando:
-¡Sáquenme de aquí! ¡Ayudáme Dios mío! ¡No lo soporto más!
Escuché las guitarras hasta un rato más, y después, vino una gran, gran tormenta. Como a las cinco, el viento volaba casi las chapas.
Volteó dos ladrillos sueltos.
III
Estoy enferma sin un hijo.
Quiero tener ya en mis brazos a una nena, a un nene, a un andrógino o a un hermafrodita. No me importa si sale cura, monja, polizón de barco; poeta como Rimbaud. Lo que más deseo es que nazcan, que florezcan en mi vientre para que yo no sufra más. Basta de soledad y de tortura. Una manita amiga, pero de piel y hueso. Ya no los quiero en el limbo, los quiero bien a mi lado.
¡Vengan! ¡Nazcan! ¡Vamos a viajar, vamos a probar que no todo es sangre y dolor, mierda y opresión!
¡Vamos! ¡A ser felices!
IV
Is this real?
Vi a otro hermano muriéndose.
Caía en sangre sobre un urinario barato y blanco.
Me cortaron los tendones, me descerrajaron un tiro.
Fue un aprendizaje lento, de hornalla quemando las hemorroides. Una várice desangrándose, en espesas gotas.
Y al final, después de un atroz y desgarrador enmudecimiento,
Me lincharon en la plaza pública.
V
La enfermedad de este monte de mierda.
Maldita sea la hora en que caí acá.
Maldita sea mi vida.
Maldito sea mi padre que me expulsó sin quererme.
Maldita sea mi madre que me parió sin quererme.
Un escupitajo en la cara.
Odio y odio y tengo bronca.
¿Qué quieren los dioses de mí?
¿Por qué me odian?
¿Hice tanto mal?
Trato de dar amor pero todo se confunde.
Presagio otro infierno de miseria, amor, desencuentro y soledad.
Tengo piojos. Tengo hambre. Tengo los pies deshechos.
Tenía sueños y, en serio, esta vez, ya no me siento joven.
El cinismo ajeno me destruye.
¿Adónde escapar ahora?
VI
In the devil town.
Un cachorro famélico en las playas de Ipanema.
¿Por qué Dios nos dio tanto, tan malo y tan pronto?
¿Qué hicimos mal en esta vida?
Sé que estás sufriendo.
¿Qué estarás haciendo?
¡Qué romántica ha sido la vida para nosotros dos!
Como dos bolsas de merca y un brote psicótico, una hermana muerta y una sesión en el infierno. Como un escape hacia la nada, como todo ese dolor en el pecho, como esa cicatriz de hospital indiferente, como todo ese desprecio que te sale por los poros.
Desprecio opresión.
Desprecio carne de cañón.
Desprecio espejitos de colores.
Fui tu espejo, pero no quisiste mirarte.
VII
Nos gusta despreciar a la gente pobre.
Nos gusta que sufra la gente pobre.
Lúmpenes-basura-spam.
Desaparecerlos debajo de la alfombra.
Desaparecerlos queremos, si dominarlos no podemos.
VIII
Pedimos una segunda oportunidad y nos fue dada. Salvo que es la oportunidad más difícil de nuestras vidas. ¿Será caro este amor?
Cuando vengo para La Toma, siempre pienso que el paisaje es impagable. Ese aire, esas estrellas, tan cerca.
IX
Torturálo,
Torturálo Dios mío,
Para que venga hoy mismo
Y me despose
Y seamos felices
Y tengamos a nuestros hijos
Sanos, inteligentes,
Buenos, generosos,
Altruistas. Que el mundo
Cambie, que haya amor;
Y que lo mueva la ternura.
X
Protegénos Dios mío.
Protegénos de los malos pensamientos,
Protegénos de las malas acciones.
Protegénos de la gente que obra mal,
Que nos seduce.
Protegénos del demonio.
Que ese demonio se despierte,
Que baile, que se suelte.
Que escuche los tambores,
Que vea las señales.
Que sea feliz y que se anime
A vivir El Amor.
El Amor que venga,
El Amor que sea.
El Amor de hermanos,
El Amor de esposos,
El Amor de amigos,
El Amor platónico,
El Amor homosexual,
El Amor por el desposeído,
El Amor por el que sufre.
Protegénos Señor,
De todo mal,
Amén.
XI
Love it.
Ama el dolor.
Como clavado en una cruz,
Murió por nosotros,
Ama el dolor.
Vida de poeta, ¿cuántas muelas esta vez, Señor?
¿Cuánto sufrimiento, cuánto nudo en la garganta, cuánta confianza en el fascismo?
No puedo caminar en el silencio.
Sonrío. Me río a carcajadas.
Sollozo y gimoteo cuando pienso que me engaña, que me prueba, que no confía, ¡odio que no confíen en mí! He sido buena, buena toda la vida. Quizá escéptica, quizá suicida. Quizá fue mucho todo el dolor. Mucho y por mucho tiempo.
Soledad, tortura y ascetismo.
XII
Beautiful eyes
Way you drive, is beautiful
Way you dream, is beautiful
Beautiful eyes
XIII
Keep your freedom
Keep your freedom
Once again
Be happy
Smile
Pray for a better world,
Every night and every day.
Leave the darkness, leave the pain.
Come with me,
Let´s dance,
Cheek to cheek.
XIV
No te vendas:
Sentí amor.
Hacé las cosas con amor, aun si estás cansado o un poco triste.
Comé con amor.
Escuchá con amor.
Cantá! Con amor.
Bailá, alguno de estos días, debajo de la lluvia. Sentí las gotas resbalar por tu rostro. Sentí la tierra entre tus dedos.
Acariciá a tus perros. Ellos te dan mucho amor: con ellos, te sentís a salvo. Te sentís cuidado.
No te sientas avergonzado por tomar algunas decisiones que tenés que tomar.
No te juzgues tan severamente.
Sé brillante.
Sé orgulloso.
Sé bondadoso.
Aunque a tu alrededor mientan o mueran o cambien.
A veces, la gente cambia.
A veces, la gente empeora.
Pero lo más importante es que estás vivo.
Sé feliz.
La casa de mi abuela. Eloisa Guerra. 2012.
La casa de mi abuela
Noviembre-Diciembre 2012
I
Robé una noche, el fuego de los dioses.
Dormían, no fue difícil.
Mas lo que supuse picardía,
Me llevó al suplicio
De la carne descarnada,
De la ceguera a plena luz del día,
De la intemperie,
De la soledad más deshumana.
Me hice amiga de los animales,
De las flores y de los árboles.
Ellos comprendieron mejor que nadie
Esas lágrimas de ausencia y de abandono.
Ellos comprendieron los sueños y los delirios,
Y las risas ahogadas en medio de la siesta.
Me arrebolé con el viento;
Volaban colibríes.
II
El patio de mi abuela. Febrero de 2012.
III
Piquito devora una rosa china.
La veo comer lento,
Con su boquita, que, justamente,
Tiene forma de pico.
Está tranquila ahora.
Rabito, hace unos días,
Me regaló una caricia.
Pensé que me iba a morder,
Y sin embargo, dejé la mano.
Confían en mí.
El amor dio sus frutos.
IV
Pusimos una goma espuma
Alrededor del roble
Y alrededor de la retama.
La apretamos con una tira de tela.
Las hormigas se estaban
Comiendo todo.
-¡Hormigas de mierda!- sentenció la abuela.
Siempre las puteaba.
V
Felipe se revolcó en caca de gato.
Lo limpiamos, y después de almorzar,
La abuela lo bañó.
Le había dicho: -¡Chancho de mierda!
¡No te quiero más!
Al rato, se amigaron.
Durante la siesta,
Escribí un poco.
También quise dormir
Pero no pude.
A la hora de los mates,
Hablamos de las vacaciones,
Qué haríamos.
También del país
Y de los saqueos.
No nos pusimos de acuerdo.
VI
En el fondo del patio,
Está el taller del abuelo.
Hace doce años que no se usa
Más que para guardar cosas.
Cada vez que entro,
Me siento triste.
Está su torno, lleno de
Telas de araña,
La mesita sobre
La que yo lavaba
Piezas con nafta,
Cuando jugaba
A que ayudaba.
Hay unos dibujos,
De mi madre y míos,
A medio camino
Entre la pared
Y el piso.
Cuando el viejo trabajaba
Sobre el torno, a veces
Levantaba la cabeza, y
Si estaba de mal humor,
Era mejor que te fueras.
Otras veces te invitaba
A quedarte, con una
Sonrisa, pero yo
Me aburría rápido.
Lo que más me gustaba
Era llenarme de grasa
Las manos y lavarme
Con nafta y secarme en el trapo.
Ya en el baño de la casa,
Había que hacer un
Segundo lavado, con
Cepillo, jabón y agua.
La abuela ya había
Llamado a comer y
Teníamos que sentarnos.
Veíamos el noticiero,
Con puré, sopa,
Puchero y vino con soda.
-Tiene que tomar un poco.
Le hace bien- decía el abuelo.
Era verano.
Por suerte, no tenía clases.
La reglamentaria siesta,
La bicicleta,
Y el cacao con dibujitos.
VII
Ahora, estudio para el ingreso.
El viento despeina las hojas de los libros.
En el patiecito rojo se está delicioso,
Salvo por los mosquitos.
Una rama de estampilla se abraza a mis piernas.
Sobre la mesa, hay un pimiento pequeño en
Una maceta de barro, y unas hojas de lechuga
En una lata y en un frasco de telgopor.
VIII
-¿Cuándo podremos comer el apio?- le pregunto a mi abuela.
-Se pueden sacar unas ramas para la ensalada de esta noche.
Las arranca y me las pasa.
Después me olvido, y sigo con mis cosas.
Por la noche, junto a las lentejas y el tomate,
Está el apio, lavado y listo para ser comido.
Es verde oscuro y fibroso; con grandes hojas en forma de estrella.
IX
Hoy fuimos a misa con la abuela.
Me gustó el sermón, pero el cura
Me pareció tibio.
No es como el cura Larroca.
Él golpeaba el púlpito con el puño
Cuando estaba enojado.
Y abrazó a mi primo, una mañana,
Cuando hizo la comunión sin ir
Al catecismo. Yo lo había
Ayudado a aprender oraciones, mi
Primo era grande; Larroca lo
Confesó y lo dejó comulgar.
Volvimos caminando.
Le pregunté a mi abuela
Si le dolía el dedo del pie.
Me dijo que no.
X
Concluí que en la iglesia
No se puede rezar.
Hay mucha gente.
El momento de comunión
Con Dios, se da en la soledad.
Recé con el pensamiento
Para que todo cambie.
XI
El taller del abuelo. Febrero de 2012.
XII
La vida es un viaje para contar.
Viaje duro, difícil.
¿Qué vida no es un montón de dolor,
Una mezcla de frustraciones y alegrías,
Decepciones y amores, no siempre felices?
Todo este dolor en la garganta,
Que explota, por Dios,
¿Hasta cuándo?
XIII
Verano psicodélico I. Febrero de 2012.
XIV
La amarga soledad.
¿Adónde quedó tu Dios?
¿A dónde estaba Dios
Cuando tantas cosas pasaban?
Mataron a los judíos
Mataron a los armenios
Mataron amigo
Mataron
Quizá sea cierto
Que es un facho
Quizá sea cierto
Que te deja libre
Y vos te caés
XV
Canciones me sostuvieron,
Después del naufragio.
Canciones me quedaron,
Después de las lágrimas.
Canciones sonaron,
Cuando me arrastraba por el fango.
Canciones,
Decidieron mi destino.
Canciones,
Fueron mi felicidad,
Mi consuelo,
Mi red,
Mi tabla de salvación.
Mi banda sonora.
¡Canciones!
Me siento bendecida.
XVI
Verano psicodélico I. Febrero de 2012.
XVII
Hay viejos amigos en el pueblo.
Los fui a visitar y me sentí mejor.
Todos con un par de problemas;
Nuestras vidas.
También nos reímos
Y tomamos mates.
XVIII
Tengo una cinta,
Que a nadie mostré.
Son unas cancioncitas,
De mucho furor,
Cuyas letras,
Me causan escalofríos.
Me había olvidado,
Ayer las resucité,
Y me acordé
De tantas cosas.
El amor,
El odio,
La soledad.
La bronca.
Parece que, de a poco,
Vuelvo a pensar en mí.
XIX
Pienso mucho en la historia ésa,
De venderse,
De no venderse.
Estoy quebrada
Económicamente:
Eso es lo único que sé.
No voy a escribir una
Basura comercial;
Tampoco lamer trastes
Es aconsejable.
La mano que te da de comer
No es mordida.
Es sólo que, a veces,
Te pega una cachetada.
Que no espere que nos
Quedemos en el molde.
XX
¿Marcharán las cosas,
Sólo con fuerza y
Prepotencia de trabajo?
Pues, no lo sé.
También, dicen, hace
Falta una poca de suerte.
ES MI VIDA.
¿Qué más puedo decir?
El loco. Eloisa Guerra. 2012.
El loco
Mayo- Septiembre 2012
El loco
Yo soy el loco. Hui desgarrándome la piel una mañana de verano. Anduve vagando y un hada enjugó mi llanto. Compartí con niños una ronda y, entre bromas, enganchamos gusanos por el trasero. La bruja cautiva no pudo horrorizarme, aunque así lo quiso. La miré de frente. No pudo horrorizarme. En medio de mi vía crucis, dulces almas me acunaron y me sostuvieron por un instante, haciéndome descansar.
El amor me llamó después de largo tiempo y forniqué, con las manos suaves, con aves sobre mi pecho. En vano fueron los ceños fruncidos, las advertencias y las amenazas. ¡Amé! ¡Dios lo quiso así!
Y después del amor, la sangría que quizá, me deje más sano.
El dolor mana por los cuatro costados. Cuerpo torturado, mente lacerada.
Estoy impaciente por el futuro, pero ya no me siento joven. Ahora, al entrar a las tiendas, me llaman “señor”, y yo, comprendo tristemente que he envejecido. A lo mejor tengo la mitad de la vida en el bolsillo. A lo mejor falta poco para morir y por fin, descansar. No hacer absolutamente nada.
¿Es importante seguir con vida? ¿Quién puede decirlo?
Me fatiga pensar. Dejemos al tiempo hablar.
Final
Este amor me dejó maltrecho.
La tortura acabó con la ternura
Una noche de verano.
¡Cuánto la amé! Es cierto.
Juntos enfrentamos el circo de la vida
Que se oponía frenéticamente a nuestra felicidad.
Pudimos, en oscuros rincones de miseria y soledad,
Construir un hogar, una llama, un refugio,
Que nos hizo más tristes y más débiles,
Porque la vida desgarra, y la decepción, acecha.
La pobreza nos dio con un garrote
Y Dios nos regaló una hijita adoptiva
Que, a veces, no comía, pero siempre estaba feliz.
Ahora ya estamos lejos, el amor se disipó.
Queda una vieja nostalgia, lágrimas en las canciones,
Y esta sensación de que la vida no tiene sentido.
Panorama
Esta soledad, esta incertidumbre,
Perderlo todo; reconstruirse.
¿Qué es esta pereza, esta desidia?
La vida no vale la pena, debo decirlo.
Cada mañana, me siento como Sísifo,
Y juro que no puedo imaginármelo feliz.
¿Qué es este odio, esta frustración?
“Todo va a cambiar” o “Nada va a cambiar”
¿Importa realmente?
Estoy viejo y aún soy joven.
No hay éxito, no hay dinero, no hay trabajo.
Es un año difícil y afuera se prepara un golpe.
Los pobres se amontonan en las calles pidiendo comida,
Una moneda, un poco de atención.
Qué ciudad sorda, qué país triste.
Y yo, vagando con mi pena,
Quisiera gritar que te odio y que necesito a Dios
Y que necesito a mi madre y no la tengo.
Quisiera gritarles a todos en la cara que estoy harto,
Que no me banco más nada de la vida y que encima,
Sé lo peor: falta mucho más.
En un silencio de tumba, me voy a dormir.
Veo estrellas en el ventilador de techo.
Llanto
La tristeza de mi miseria me la devuelve
Cada mirada de un perro abandonado.
Sentado, vi cómo la vida se diluía.
Tengo que empezar a correr
Si no quiero que otros 20 años me dejen a pie.
Correr y correr, el mañana dirá.
No quiero este presente
No quiero esta vida para mí
No quiero llorar y suplicar por lo que vendrá
No quiero salvataje cósmico
Sólo un poco de sosiego para mi alma herida.
En cada perro abandonado
Veo un futuro abortado
Acercándose al borde de la vereda,
Mirando con desesperación el horizonte,
Siguiendo a quien le dé un poco de amor
Bajando la cabeza, esperando
Más dardos de la vida.
No es la vida que queremos
No es la vida que debemos vivir.
Liberación, amor, alegría
¿Quién nos dará una poca?
Saco unos libros, los releo,
Estudio. Sin embargo, casi no hay nada.
Quiero morir.
Infancia
Es probable que haya un homicidio.
Todos buscamos, buscamos el olvido.
Cosas dolorosas que se nos clavan
Como dagas. Esa mirada, lo
Que dijiste, la manera en que
Te movés. Me duele.
Cuando era un niño, andaba
En mi bicicleta y subía la
Rampa del patio de mi abuela.
Eso era cosa buena.
Después los dibujitos, el cacao
Y el pan, que lo llenaba todo.
El pan era amor.
Mi padre no estaba, pero
Había un viejo loco que velaba por mí.
Me llevaba a la sede a tomar una Coca,
Y ahí estábamos, en silencio,
Conectándonos en el silencio.
Estaba orgulloso de mí,
Y yo de él. Su abrazo era
Infinito y cobijaba todo mi
Vacío. Me regalaba el Billiken
Haciendo un acto de magia.
Cuando llegaba el día del padre,
Ese día tan cruel e idiota
Para los que no tenemos uno,
Él lloraba, emocionado,
Y mi abuela lo retaba.
En invierno se deprimía y usaba un
Saco gris porque tenía mucho frío.
Me pregunto cuánto tuvo que
Sufrir para darse cuenta de que
La vida no es un paseo
Por el parque. Fue obrero,
Y otros trabajadores llegaron,
Pero ninguno con la luz que
Salía de sus venas. Ninguno
Con su sangre, ni con su magia,
Ni con sus manos gruesas,
De las que salían virutas de acero.
Manos coloradas, de fosforito,
De luchador impenitente y
Vulnerable frente a los designios del destino.
México DF
La vez que visitamos México
Una prostituta se nos acercó.
Miró dentro del auto. Nos vio
Perdidos. -Sigan 30 kilómetros
Más y luego doblen a la derecha.
Verán los carteles-. Parecía
Desvencijada, con sus labios
Rojos, sus tacones gastados
Y un vestido floreado,
Barato y bonito. La
Invitamos a subir. -Gracias,
Tengo mucho trabajo-. Quedó
Atrás, y su vestido flameaba
A favor del viento. Al mirar
Por el espejo retrovisor, ya no la vi.
Y apareció el cartel. Era verde,
Creo, como los de las rutas
De acá. México DF. Nunca
Vi tanto salvajismo, era
Una ciudad ajena. Probamos
El peyote y la mescalina
Y nada nos supo mejor
Que ese beso que nos dimos
Al bajar por la escalera
Mecánica del hotel. Las
Drogas no son la gran cosa,
Debo decirlo y, además,
Una pérdida de tiempo.
Grunge is dead.
Punk is dead.
My mind is dead.
¡Your legs are dead!
No puedo ver nada, más
Que un desierto lleno de cactus,
Muchas espinas. Algunas son
Flores, pero no duran mucho.
Te extraño y quiero estar con vos.
La roca se clava en mi rostro
Una y otra vez; ¿no aprenderé jamás?
¿Seré feliz algún día?
Quiero creer que sí, de lo
Contrario, me descerrajaría un tiro,
O me cortaría las venas en agua
Caliente, o prepararía la soga
En alguna viga. Tengo miedo
De fallar. Te quiero y no
Puedo hacer nada. Te quiero
Y estás tan lejos. Pero no nos pongamos
Sentimentales. No a esta altura
Del partido, en que yo soy un
Puto viejo y vos, vos la
Maraña que encierra mi vida.
El fumadero
Andy y Hank se conocieron en
Un fumadero de opio. En una
Litera del primer piso, habían
Asesinado a un tipo. Parece que
Un inválido, de profesión mendigo,
Lo había acuchillado y tirado por
La ventana al río. El cuerpo
Jamás fue visto, sí una chaqueta
Con los bolsillos llenos de monedas.
Por eso se acusó al mendigo.
-¿Sabes?- decía Hank adormilado.
-Deberíamos dar un gran golpe, y
Dejar de ser pobres.
-Yo no soy pobre- respondía Andy.
-Sólo debo dejar esta porquería.
Cuando esté limpio, todo cambiará.
-¿Lo crees? ¿Aun amas a tu esposa?
¿Aun te estremeces cuando la
Ves desnuda? ¿Piensas que
Ella, barajando de nuevo, te
Elegiría a ti?
-Eres complicado Hank. Mi esposa
Y yo tenemos un trato: yo no
La miro y ella me deja en paz.
Eso es todo. Ya no hay pasión,
Ya no hay risas, todo está ajado.
-A eso me refiero.
-No es un impedimento para que
Sigamos juntos. Nos queremos así.
-¿Pero crees que eso es amor?
-Hank, algún día entenderás
Que, en asuntos amorosos, la
Costumbre siempre gana. La
Rutina, el hastío, se lo van
Devorando todo. Yo ya tengo
Mi bigote amarillo y ella,
En las piernas, venas
Gruesas como cordones. Es la vida.
-¿Crees que no hay nada mejor?
-No creo en el futuro. Sólo
En un aluvión de días frustrados
Que me llevan a otra porción
De láudano. Y agradezco a
Dios por el láudano, la pipa
Y este fumadero. Sin el chino
De la puerta, el mundo sería aun
Más triste. Extraño mi juventud,
Aunque no fue la gran cosa.
-Yo también extraño. Quizá el
Mes que viene vuelva a Irlanda.
Y ya sabes, puedes estar media
Hora en el cielo, antes de que
El diablo sepa que estás muerto.
-El diablo nuca sabrá todo lo
Que sabe Dios. Ve a Irlanda.
Búscate una mujer. Sé feliz.
Deja el opio y vuelve. Convénceme
De que la vida vale la pena.
Quizá me afeite y haga operar
A Annette de las piernas.
-Tienes razón.
-Claro que la tengo.
Y diciendo esto, cayeron en un
Pesado sueño, con los hombros
Encorvados y la barbilla
Sobre el pecho. Un montón
De frazadas se removieron
En la cama de al lado.
Tintinearon monedas,
Brilló la hoja de una navaja.
Dark Laughter
Amarga risa sobre los campos.
El viejo, pasado de alcohol,
Se mecía en su hamaca y
Miraba el atardecer.
Más temprano, había pasado
Las manos sobre las flores y
Había sentido una porción de vida entre
Sus dedos, que le quedaron
Temblando. -Será por el esfuerzo.
Recordó que a la mañana había
Desayunado con whisky y
Unos huevos. -Ya no hay nada
Por lo que morir- se dijo.
El sol iba bajando entre
Dorado y oscuro, algunas nubes
Se avecinaban. -Lloverá. Y
Esta vida me ha pasado sin
Vivirla. Sin comprenderla,
Sin asirla. ¡Cómo me arrepiento!
¡Salvajes bosques, brisas sureñas,
Tempestades y nieves, vengan
Por mí! ¡Cobíjenme en el Huerto!
¡Oh, Señor! ¡Ten piedad de mi
Triste alma!
El perro soñaba y de vez en
Cuando, rasgaba el aire con
Las uñas y refunfuñaba.
Cuando finalmente llegó
La noche, el viejo se limpió
Una lágrima que le llegaba
Al mentón.
Libertad
-¡Quiero ser libre!- gritó
El loco. -¡Quiero ser libre!-
Repitió el eco. Frente a esos
Cerros pensó en su mujer
Y en su cuerpo delgado;
En lo lejos que estaba.
-¡Te amo!- gritó el loco.
-¡Te amo!- repitió el eco.
-Esa mujer se llevó mi
Savia, estoy como muerto.
Cada día es un suplicio
Desde que se fue.
-¡Quiero verte!- gritó
El loco. -¡Quiero verte!-
Repitió el eco.
-Se llevó mi sueño, un
Hijo, mirábamos ropa
De bebé y volábamos.
No soporto ver a los
Niños, es como echar
Sal en la herida. ¡Y
El mundo está tan lleno
De niños! Nunca lo había
Notado. Con sus pequeñas
Piernas saltando y
Corriendo, al lado de
Sus padres, que van
Siempre apurados,
Mirando el camino
Y pensando en otra cosa,
Mientras ellos hablan,
Con esas vocecitas que
Parecen llenarlo todo.
-¡Ternura!- gritó el loco.
-¡Baña mis pies! ¡Hazme
De nuevo! -¡Hazme de
Nuevo!- repitió el eco.
-Permite que vuelva a
Amar, permite que me
Limpie de tanto odio,
De tanta venganza, de
Tanto resentimiento. Dame
La dicha, dame la paz,
Dame todo lo que soñé,
Sospeché, pensé. Dame la
Calma de sentirme bueno
Otra vez. -¡Vida!- gritó el
Loco de rodillas. -Dame
Otra oportunidad.
Vivir
Sólo vivo para que esta locura
se termine. A veces pienso que
no se puede seguir de esta manera.
Muchos días se acumulan, uno igual
al otro. No tengo esperanza. No tengo fe.
Ya no puedo creer. Y eso, me hunde más
y más. Siento que hasta el Cielo se burla de
mi suerte. Siento que hasta Dios me traicionó.
Yo sigo con mi Bukowski y con mi Burroughs,
y no los dejo. Estoy vencido: sólo un horizonte
de podredumbre. Soy muy infeliz; casi como
el hombre que perdió el Paraíso, casi como
Caín o como Job, como con una marca sobre
mi frente. Extraño el amor y esa sensación, el
olor de su piel. ¡Esa mujer! Fue mi esperanza,
fue mi fe, mi fuerza, mi amiga, mi amante,
Todos los lugares donde fuimos felices,
no soporto pasar por allí. Algo me desgarra por
dentro y estoy tan confundido.
El más asqueroso machismo,
Lo denigrante, la humillación.
Me duele hablar de mí.
Nunca imaginé que me pasaría esto.
Rimas sobre tarimas. Eloisa Guerra. 2011.
Rimas sobre tarimas
Octubre 2011
El propósito de este libro, no está tan claro.
Puede reír o llorar, lo que más le venga en gana.
Aunque probablemente usted corra, a comerse una banana.
Esta obra es muy excelsa.
Es como un péndulo, pero cómo prensa.
Parece un librito boludo:
No me lo diga o me hago un nudo.
Parece un librito barato:
Limpia excremento de pato.
Parece un librito fácil:
El Boni me dijo: “¡Sejí áci!”
Parece un libro contento:
Nunca lo ataré con tiento.
No se acerque a la tristeza,
Ría, aunque haya pobreza.
Más vale danzar y cantar,
Más vale reír y brincar.
Manifiesto
Nos, honorables ciudadanos de la Nación,
Comemos ancianos por porción.
No somos de la época de la Ilustración
Pero nos gusta tu canción.
Vecinos de poca suerte
Padeceremos la muerte.
Si supieran lo que tenemos en mente
No respetarían de forma permanente.
Remitente:
Los sin dientes.
Sólo si se aliña
Cierta linda niña
Bailó sin rapiña
¿Acuérdase del cajetilla
Que lamió una estampilla?
Estiró la masa
Y se puso torcaza.
Esta acción tuvo peso
Subiéndome un bostezo.
Al día siguiente,
Contemplando el poniente,
Me quedé sin dientes.
Fue duro.
Doblé en la esquina
Y me clavé una espina.
No me importan las modas:
Toneladas de excremento
Forman un memento.
Jeroglíficos suicidas
Se disipan en la huida.
Llegarás a buen puerto
Cuando te encuentren muerto.
Y te irás con la niña
Sólo si se aliña.
Vivaldi
Todos los veranos destrozo un piano.
Destrozo, destrozo,
Tragándome un carozo.
Cuando el piano está listo,
Ahí voy, y lo embisto.
Si la niña baila
La tormenta amaina.
Espiamos por la mirilla
Es una linda diablilla.
Dormimos entre abrazos
En el Mar de los Sargazos.
Talento, trabajo y suerte,
Van a contracorriente.
Me esquivan sobre patines
Cuando explotan los cojines.
La vida me teme un poco,
Creo estar volviéndome loco.
Sí. Leí El Ser y la Nada
Mientras cocinaba empanadas.
Parece no alcanzó mucho:
Sus hojas encienden mi pucho.
En la feria de vanidades
No quiero localidades.
Pretendo un lugar oscuro.
¿Y qué?
Me gustó más El Muro.
Riéndome con Chaplin
Disfruté mucho el spleen.
Mas no tienta la tristeza
¡Andá a metete con esa!
Me gusta mucho Teresa
Le tocó genial empresa.
Nunca te burles de Cristo,
Derrotará al mal, insisto.
Hay que ser un buen cristiano
Nunca toca mejor Amo.
Si gustas hacer el pícaro,
Padecerás, como Ícaro.
Yo rezo todas las noches
Por si Dios me baja un coche.
Parece no quiere ahora
Pues me manejo en canoa.
Leo la Biblia siempre
La sostengo con mis dientes.
Y cuando hago acrobacia
Entro en guerra con Eurasia.
En cuanto vi la corneja,
A la derecha y a la izquierda,
Quedé perpleja.
“¡Oh, qué mal hado!”,
Exclamé,
Mientras devoraba un canapé.
Conjunción adversativa
O me voy a la deriva.
Solía ser una serrana:
Juro que no seré cana.
Me gustaban los Bee Gees
Antes de probar hachís.
También me gusta Serrat
Siempre y cuando baile tap.
Es lindo esto de la música
No hace falta ser muy lúcida.
Se descuajeringan los omóplatos
Me siento la Reina del Zócalo.
Mis huesos sacan la cuenta
De las veces que fui dada por muerta.
Parece que la vida es así
Cuántas veces me perdí.
Di muchas vueltas en círculo
Hasta se me tapó un ventrículo.
Pero sirvió de aprendizaje
Casi me convierto en paje.
¿Es lindo, tal cual es, el mundo?
Tenga certeza, es inmundo.
Pero no se me haga el sota:
En vez de zapatos, lleve botas.
Patee traseros de los grandes:
Hay mucha gente con hambre.
De mi certeza te inundo.
Construyamos alegría
Aquí y allá, día a día.
Once upon a time
Quise estudiar medicina
Terminé en una cantina.
Quise estudiar la guitarra
Perseguí una mantarraya.
Quise estudiar clarinete,
Alguien me gritó: “Corréte”.
Quise estudiar periodismo
Me metí en el comunismo.
Quise correr las mil yardas
Me detuvieron con armas.
Quise meterme de monja,
El hábito quedó hecho lonjas.
Quise estrujarme las sienes
Y escribí un cuento sin enes.
Mi vida es la frustración
Que llueve como aluvión.
A menos que quiera ser milico.
Mejor ya está. Me callo el pico.
-¡Oiga! ¿Tiene lapiceras?
-¡Vaya, qué mala manera!
-Quise ser bien espontánea.
-La boquilla va con caña.
-No se me haga el erudito.
-Lo que usted diga me importa un pito.
-¡Ahora el malhablado es usted!
-Voy al baño. Tengo sed.
-¡Me deja con la palabra en la boca!
-Acéptelo, es lo que le toca.
-Yo me voy a otro negocio.
-¡Guarda! ¡Me agarra un soponcio!
-¿Sabe? Me gustan sus pechos.
-¡De pie! ¡Camine derecho!
-¡Pero! ¿No ve que patino?
-¡Silencio! ¡Mirando el camino!
-Este trato es muy injusto.
-¿Y usted, que me mira el busto?
-Le miro lo que usted quiera.
-Y yo, le pongo un enema.
-¡Deténgase! ¡No me espante!
-Entonces, no me haga desplantes.
Sufro siempre de diarrea
Cuando sube la marea.
La tripa mucho se estruja
El desecho tanto empuja.
Hay que problema con esto
Mi propia venganza orquesto.
Fui a ver a un gran médico
Me recetó polvo pédico.
Consulté a una especialista
Esa morena me crispa.
También fui de un vidente
Terminé siendo el cliente.
Dicen, la marea no sube este año,
Puede ser un sucio engaño.
Arreglaré el inodoro
Para que quede incoloro.
-¡Diosito, mandáme plata!
-Trabajá, como Samantha.
-Pero trabajo no encuentro.
-¡En un call, hasta yo entro!
-Se sufre la explotación.
-No es una gran nación.
-¿Estás de acuerdo conmigo?
-Sí. Y sufro contigo.
Se me caen las pestañas
Cuando pienso en una araña.
Me gustan las garrapatas
Mucho más que las urracas.
También me encantan los perros,
Sobre todo, si son cuerdos.
Les temo mucho a los gatos,
Siempre que puedo, los mato.
¡Qué lindos los pececitos!
Mate, vino, cachorritos,
Todo con un buen asado
De cualquier bicho cazado.
Pretensiones
-Estudie filosofía y quizá pueda ser mía.
-No, yo no quiero estudiar. Lo que yo quiero es amar.
-El estudio es importante. Dudo podamos ser amantes.
-Si se me hace el catedrático, yo me voy en aerostático.
-¡Disculpe! ¡De veras la amo! ¡Me porté como un marrano!
-Ahora estamos de acuerdo. Y si se acerca, lo muerdo.
-Éstos, Zoilo, son tachos.
-¡Tené cuidado! ¡Son chanchos!
-¡Con razón están gorditos!
-Los tengo cerca y tirito.
-Se van para el matadero.
-Son pájaros de mal agüero.
-Siguen al sol naciente.
-Pa’ mí, se van con el poniente.
-¿Te dije que no tengo bazo?
-Sos igual a mí, no hay caso.
-También me falta el riñón.
-¿Y yo? ¿Que tengo muñón?
-De a ratos, camino sin piernas.
-Me tumbaría en la hierba.
-¿Y por qué no nos tumbamos?
-Está bien. De paso, fumamos.
La vida es triste para mí
Choqué de frente y caí.
Aunque puse mucho el cuerpo
Mil veces terminé muerto.
Me levanté y seguí adelante,
No siempre de buen semblante.
Pero yo no como vidrio
Vivir no es asunto nimio.
Sin embargo hay que respirar,
Amar, soñar, vivir, crear.
Quizá pronto haya buena cosa,
Y quizá, también, sea graciosa.
Miré mucho a ese muchacho,
Aquel que se llama Cacho.
En seguida le tiré onda
Y me puse a bailar la conga.
Bailaba, bailaba,
Mientras lo miraba.
Al rato, nos fuimos de la disco,
Y en el carro, se puso arisco.
Se portó bien con el caballo.
A mí, en vez de flor, me dio un tallo.
Cuando llegamos a casa
Me rompió todas las tazas.
En un ataque de furia
Pensé en llamar a la curia.
Nos casamos en invierno.
Eso, es lo que yo no entiendo.
Si el tipo es medio sotreta,
No tiene cuerpo de atleta.
Ni siquiera canta, no compone,
Tampoco tiene cojones.
¡Qué le vi, decime Cristo!
Cuando haya guerra me alisto.
Cuando me paso el ungüento
Arde lindo, no es un cuento.
Y al aparecer la fiebre,
Corro, cual veloz liebre.
Lo vieron bañarse en aceite
Menos mal, no era caliente.
Lo vieron de pie en la esquina
Recitando unos Carmina.
Retozó junto a los niños,
¡Vamos, empaca tus armiños!
Esa muchacha está loca:
Se comió unas doce tortas.
Las prefiere de vainilla
Cuando en el campo se trilla.
Decorándolas con nueces
Le vienen duras las heces.
Bañándolas en chocolate
Se produce un buen dislate.
Mucho adora el lemon pie,
Devora que es un caray.
Si le dan imperial ruso
Su estómago queda obtuso.
Y si hay torta de cannabis
Se convierte en rara avis.
Apareció la insensata
Con una desiderata.
Le dije, está bien, te escucho,
Pero si me peleás, yo lucho.
Me vino con cada historia,
Rallaba una zanahoria.
Decidí darla por muerta.
Me fui, cerrando la puerta.
A veces, la comodidad tienta,
Pero el que es cómodo, revienta.
Mejor trabajar con ahínco
Para dar el mejor brinco.
Parecíamos Plauto y Terencio
Con este chico, Prudencio.
Formábamos lindo trío
Saliendo con ese tío.
El día que mucho bebíamos
Grandes hazañas hacíamos.
Subíamos a una nube
Sacudiéndonos la mugre.
Piropeábamos a las bizcas
En medio de la llovizna.
Montábamos a las pulgas,
Tiroteábamos las urnas.
Pintábamos acuarelas
Sin haber ido a la escuela.
Divertido fue aquel tiempo
Los bares hacían descuento.
Tristeza da recordarlo,
Es mejor hacer escarnio.
-¿Se metió con esa tipa?
-Sí, me parece rica.
-¿Tiene muchas propiedades?
-Tiene otras cualidades.
-¿Sabe coser y bordar?
-Lo que ella sabe es amar.
-Pero, ¿hace la comida?
-Trabaja como una hormiga.
-Entonces, no es poca cosa.
-Lo que sí, está medio loca.
-¡Mi amigo, no le conviene!
-Se tira desnuda en la nieve.
-Yo, la dejaría ya.
-¡Pero me siento incapaz!
-Haga, en sumario, algo.
-Venga, toquemos un tango.
-Estoy nervioso, vecino.
-Y bueno, tómese un tilo.
-A ella le gustan las mujeres.
-¡Conquístela, con sus poderes!
-No creo que me haga caso.
-¡Dele duro con un vaso!
-No recurro a la violencia.
-Siempre admiré su conciencia.
-La veo pasar y me apeno.
-Acérquele el cuerpo entero.
-¿Le parece que funcione?
-Si no, cántele canciones.
-¿Y si me quedo en el molde?
-Muévase, a lo mejor responde.
-¡Usted me dio muchas ganas!
-Vuele. Para eso tiene alas.
-¿Y si termino en la villa?
-¡Yo le rompo una costilla!
-Mire que la clase media…
-No, no me refiero a eso…
-Este licuado está espeso.
-Dígame, ¿ayer va con hache?
-Creo que con intermedia.
-Vaya. No ha leído Clelia.
-¿Y por qué habría de leerla?
-Porque es una historia hermosa.
-¡Prefiero hacer una loza!
-¡Es usted un despreciable!
-No me importa, tengo cable.
-¿No ama la literatura?
-Siempre y cuando sea ruda.
-¡Ah! Le gustará Capote.
-Los colgaron del cogote.
-Tiene muchas otras obras.
-¿De ese tipo? No me asombra.
-¿Sabe? Quería ser cantante.
-Usted está hecho para el arte.
-Es la vida, que me alcanza.
-¿Le place una vuelta en balsa?
-¡Quiero una ración más grande!
-Amigo, lo veo con hambre.
-La situación me desborda.
-¿Tendrá tapada la aorta?
-Tengo colon irritable
Desde que me tragué un sable.
-Eso no ha de ser tan severo,
Hable con el carcelero.
-Me tienta la libertad,
Y navegar por la mar.
-¡Ah! ¡Es linda la calle!
Un camión y un barco caben.
-¡Cuándo saldremos de acá!
¡Cómo extraño a Alibabá!
-Yo, en esa, ya no me prendo,
Desde que me falta un miembro.
Frente al Juez
-¡Quince años de bobería
Y se le prohíbe la cacería!
-Pero, mi Señoría,
¿Sabe? Esto es cosa mía.
-Su acción afecta al pueblo entero,
Indulgencia no concedo.
-Míreme bien, soy buenito,
Y fuerte como un torito.
-¡A mí no me vengan con toros,
Dejará al fin ese modo!
-¿Podré saber qué le pasa?
¿Será que rompí su casa?
-No me hable, estoy sensible,
Desde que comí jengibre.
-Pido una apelación,
O me escapo en un avión.
-¡Usted no va a ninguna parte!
Yo sí. Me voy con mi amante.
-¡Señoría, usted es casado!
-Chau. Me bajo del estrado.
Los años son como peces,
Nadan, mientras tú tejes.
Recuerdo mis años mozos
Como un buen fruto sabroso.
Mas la vejez no da miedo,
Vivirla es lo que más quiero.
Se puede tener experiencia
Aunque no tengas la ciencia.
La vida es la que da cátedra.
Algunos, conocen su álgebra.
Pido a Dios cuando lo necesito,
Y Él, responde ligerito.
Las nubes están en lo Alto,
Al Cielo elevo mi canto.
¡Dancen, rían, beban, lloren!
¡La Gracia, el Mar, el Sol, los Dones!
Epílogo.
Este libro fue parido en medio de una separación amorosa, en medio de profundas discrepancias políticas e ideológicas con la izquierda. También, y es muy importante decirlo, en medio de una aguda crisis de desempleo (que no me afectaba solamente a mí, sino a una gruesa parte de la humanidad).
Me había estado acordando mucho del Arcipreste de Hita y, además, había estado leyendo a Dugan, pero me parecía que había que darle una vuelta de tuerca. No quería sufrir más, no quería más pesimismo, no quería más nihilismo, aunque había tratado de salvar al mundo por medio de la revolución durante tres largos años, y me había terminado enterando de que el mundo no iba a cambiar. Sobre todo, me había enterado de que ningún partido político, ni de derecha ni de izquierda, ni del centro, iba a hacer NADA por el bienestar de las personas. Sólo cuidaban sus intereses, sus apariencias, su “ética”, su estructura, sus jerarquías. En definitiva, cuidaban “su quintita”, como cualquier buen vecino.
Como pasa siempre con el humor, Rimas sobre tarimas deja ver muchas veces, partes oscuras de mi personalidad que no quisiera tener. Pero, sobre todo, esconde detrás de un halo de picardía, la violencia y el dolor de existir.
“¿Para qué estamos vivos?”, se preguntaron muchos filósofos y no tanto. Esa verdad oculta, creo que habría que buscarla, según Dylan, “soplando en el viento”. Sin embargo, a veces, en el viento sopla mierda, opresión, resentimiento, venganza; qué sé yo, cosas horribles, que la humanidad toda, debería dejar atrás para trabajar por la paz y por tomar el control de sus propias vidas. ¡El control de nuestras propias vidas!, un sueño añorado por varias generaciones contraculturales: hippies, beatniks, punks, grunges, riot grrrls.
Creo (no soy la única), que desde el Arcipreste de Hita, y aun antes, desde los Cármina Burana, se inició una enorme, intensa y rica tradición picaresca que tiene, para mí, ramificaciones que llegan hasta el siglo XXI, con libros como El pez dorado, y un fuerte anclaje, con respecto a temas y personajes, en la generación beat (con Burroughs y Kerouac a la cabeza) y, aunque en menor medida, en la generación perdida.
El/la pícaro/a es un punk, un grunge, un ser totalmente contracultural, y si tiene que recurrir a las malas artes cada dos por tres, es porque la vida lo lleva hacia determinados extremos, no fáciles de digerir. Primero, es un hijo no deseado, un hijo abandonado, un huérfano criado por el primer mequetrefe que se cruza por el camino. Segundo, se lo juzga demasiado: desde una mente hedonista, desde una mente cargada de comodidades y prejuicios. Me harté de escuchar que “Lázaro medró en su honra por los bienes materiales”. Lázaro nunca tuvo tanta honra (como cualquiera de nosotros). Y eso viene a cuento de Silvio Astier, que difama al hombre que lo ayuda, y luego da un lindo discurso sobre la alegría de vivir, ¿vio?
Como sea. Rimas sobre tarimas fue escrito en octubre de 2011, también con un poco de alegría. Yo diría, que con un rapto de liberación, de esos que no se empardan. Creo que quedó un buen trabajo, digno de una linda lectura. Una lectura de mente abierta, dispuesta a reír o emocionarse.
Enero 2013.
Tristeza y furia. Eloisa Guerra. 2003-2011
Tristeza y furia
2003-2011
Tristeza y furia es el primer libro de poesía de Eloísa Guerra. Abarca trabajos desde 2003 a 2011. La obra está compuesta por 49 poemas de verso libre, que evocan poderosas imágenes. Algunos poemas han sido escritos desde lo narrativo, mientras que otros, han sido compuestos desde lo experimental, utilizando técnicas como el cut-up, el cadáver exquisito y el collage.
Noviembre 2012
No más cráneos rotos
Sobre la superficie de
La piedra caliente
Mágico sino
Transcurro como un río.
Odio.
Me agito.
¡Aúllo en el abismo!
Como un fugitivo, escapo hacia los bosques,
Amparado por las ninfas de estrechos vestidos.
¿Acaso deberé creer que Dios, nunca
Apartó de mí su rostro?
¡Con la cantidad de Amor Belleza que la traición,
Ha corrompido para siempre!
Debo parecerme a un gladiador,
Surcado por exóticas heridas:
Hoy regreso indemne del vértigo de la razón.
De súbito hallo en la sangre y el espíritu,
Fuerzas para vomitar ese oscuro veneno
Tanto tiempo adormecido.
Me pesa el corazón.
Transcurro como un río.
Canción triste
Vengan a estas playas amarillas y dense las manos.
Después de los saludos y besos de rigor,
Bailen con alegría en derredor,
Entre las verdes olas y el tumulto de la espuma.
¿He seguido la melodía hasta aquí
O ella me ha traído?
¡Dejad que fluya el agua de los cuerpos!
Amor, Amor, ¿por qué me has vencido?
Bullshit!
Nunca hubo flores en el basurero.
Bella impureza.
No me asusta el contacto con tu cadáver.
Pétalos rojos sobre la tumba blanca.
Ni de día ni de noche.
Ni siquiera la muerte.
Como una tormenta de verano.
She drives me crazy.
Christmas carol
¿Te veré esta noche en el callejón de las ratas,
Allí donde los héroes extraviaron sus huesos?
Hoy nacerá el niño muerto,
Aquél que lleva el cordón apretándole el cuello.
Cabeza de toro
Desperdiciaste todas tu oportunidades, nene,
Y ahora ¿qué vas a hacer?
¿Revolcarte en el barro y gritar?
Simplemente, tenés que seguir.
Vas a meter esa cabeza de toro en el Muro Invisible.
Los autos pasan velocísimos a tu lado.
Arrojarte debajo de uno de ellos,
¿Sería la solución? Maybe.
Pero mejor desengañáte, nene.
Porque no habrá nadie esperándote, ni mañana, ni pasado.
¿O no te das cuenta de que ya no está la dulce
Mano del Padre para consolarte?
Este problema es sencillo: NTS. Nunca la tuvo.
Solamente, tenés que meter tu cabeza de toro
En el Muro Invisible y romperte la crisma una
Y otra vez hasta sangrar. Los vidrios te harán
Pedazos, ya lo verás. Y no habrá nadie esperándote
Del Otro Lado. Más vacío que llenar.
Ya sabés que detrás de ese Muro,
Está el Agujero Negro que te consumirá.
Se terminó la gloria, nene.
Se terminaron las miradas cariñosas, los cálidos
Abrazos. Ya nadie te quiere de vecino.
¡Ah, el Dulce Niño que antes eras!
¿Llora asustado entre los pliegues de tu corazón?
Desperdiciaste todas tus oportunidades, nene.
Así que, por favor, no te ahogues en otro espejismo.
Meté tu cabeza de toro en el Muro Invisible y hacéte añicos.
Ya verás que es la única forma.
Simplemente así, podrás seguir.
Sermón de la Tara Sacra
Take these broken wings
And learn to fly
Dejá que revoloteen esos cuervos azules
Formando coherentes figuras geométricas.
A nadie le importa que ruedes con tu piedra,
O te hundas hasta el cuello en la mierda fresca.
¿Tolerás amargamente melancólico huérfano?
Es más digno escapar, arrojarse al vacío,
Maldecir cada día por haber existido.
Creer. Ésa es la llave.
En esta noche aislada, repudiá el murmullo de vulgares plegarias
Y advertí que es sacrílego el desconcierto de tu alma.
Sumergíte con estilo en el fango de la ignorancia.
Coreá vehemente, junto a las indóciles pistolas: Nadie es inocente.
La melodía principal será entonada
Por el famoso Mirlo de las Alas Rotas:
El Príncipe Tuerto de la madrugada,
Vicepresidente Interino de la Liga de La Tara Sacra.
I.R.A
Mi estómago sangra por la boca del estómago.
Asco. Asco. Asco. Asco. Asco. Asco. Asco.
Matar.
Morir.
Romper cosas.
Vagar por las calles del sucio pueblo hasta que se gasten
Las zapatillas viejas y te suden las axilas y la frente.
Irse.
Irse lejos y no capitular.
Aquél que mira por encima de su hombro,
Ése, es un paranoico.
Nadie te persigue adolescente,
Estás completamente solo.
Recuerda siempre que un tornado
Acaba de arrasar a tu jardín primitivo.
Ninfa
Knuckles to the wall
Sickness rage
Sickness rage
Smoking a pot
Repugnance
Everlasting wall
Everlasting wall
El que se rompe sos vos
La pared permanece
La pared permanece
El que se rompe sos vos.
Oh, Yoko!
Revolvé tu cabeza con un pene.
Fumáte todo. Hasta tu vello púbico.
Salí a dar una vuelta por el Central Park.
Cold morning
I will never forget
Under the golden tree
You sold me.
Amigo Risperín
Lagrimeo anormal
Flatulencia
Anorexia
Bostezos
Nerviosismo
Disquinesias tardías
Apatía
Melena
Incremento de la actividad onírica
Disminución de la libido
Labilidad emocional
Qué solo y triste voy a estar en este cementerio.
Fatiga
Crimson shame
Unreal
Ridiculous
Invasion of privacy
Ídem a Rotten
Ídem a Rotten, quisiera no querer a nadie.
Quisiera no querer a nadie.
Con los dientes podridos, ladrando ¡No feelings!
Ídem a Rotten, quisiera no querer a nadie.
Tratando de captar la esencia de tener sentimientos fortísimos,
Acerca de no tener sentimientos.
Bombproof
57 noches seguidas bombardeando Londres.
Nosotros, los alemanes, no soportamos que tu reina sea tan bonita.
57 noches seguidas bombardeando Londres.
Nosotros, los americanos, no soportamos tanta gente refugiada en los andenes.
Necesitamos un poco de aire. Las fuerzas nos van abandonando.
57 noches seguidas en una Bolivia imaginaria.
57 días y sus noches durmiendo boca abajo para no vomitar sobre la escoria del mundo.
Una maldita joya arrojada a los cerdos.
57 noches seguidas bombardeando Londres.
Nosotros, los alemanes, no vamos a desistir.
Little girl
Anhelando sandalias a través de un vidrio,
Te doy otra vuelta de cordón.
Mantenéte en movimiento que
La rueda sube,
Mi tristeza permanece.
La ciega
Al Edipo de Pavese
Hay una serpiente que nos mira, Edipo.
No podrás ocultarte
Debajo de la tierra
O a la vuelta de la esquina.
Construye torzadas con su cuerpo.
Estira la lengua. Tiembla abyecta.
Nos vigila.
La serpiente es la más vieja de todas las deidades.
No con tu ceguera, ni con la mía.
¡Celebremos esa ignorancia!
Pronto tus ojos estarán muertos.
La verdad no es placentera y se descubre con un broche.
Hemos creado a los dioses, no lo olvides.
Que copulen o lancen rayos, no tiene demasiada importancia.
Si el niño se ahoga, esa mañana de verano:
¿De qué vale que suplique?
Pronto tus ojos estarán muertos.
La manta y el suelo bañados en sangre.
¡Celebremos la ignorancia!
La verdad no es placentera y se descubre con un broche.
Honey don’t
No. No. No. Bandini.
No me amoldaré a las formas de un soneto
Para contar las estrías de tu mexicana.
No. No. No. Bandini.
Pain and Glory no interesa.
Rich and Famous es la meta.
No. No. No. Bandini.
Peináte a la gomina.
Compráte un traje nuevo.
Nunca dejarás de sentirte un espagueti grasoso.
Oh, tu cruz
Oh, cada pitada de su porro
Oh, morbosa Vera Rivken
No. No. No. Bandini.
He alcanzado la edad de la razón
Y no me enorgullezco:
¿Estará ya mancillada mi alma?
No. No. No. Bandini.
Desde los confines de un país ignoto,
Caen las gotas de la absurdidad,
Resbalando doloridas.
In the car
El viento del estío espolvorea en sus caras
Las cenizas de los dulces muertos.
La pupila enajenada centellea frente
Al vidrio, sin un punto fijo.
Los blancos muslos se cierran ante el sexo
Y discurren temerosos entre
La ira y el desasosiego.
Más allá de eso, lo de siempre.
Un hondo punzón violeta
En la boca del estómago.
Y la estúpida incertidumbre
De perseguir un oscuro empeño.
The “Priest” They Called Him
El sacerdote le llamaban
Echaba viento con su sotana
A los muchachos en el río;
La arena fresca se le pegaba a los tobillos.
El sacerdote le llamaban
Se arrodillaba frente a un par de mexicanos
Y chupaba una porción de tierra azteca.
Se vanagloriaba.
Fundó una Iglesia de agujeros en el antebrazo,
Su propia Iglesia de ahorcados eyaculadores.
Afinando el oído de una generación entera,
A través del caño de una escopeta.
Sin Yoko
Pedaleando sin Yoko
A veces sentís que es la última vuelta
Pero no
Parece que aún queda bastante rosca
Pedaleando sin Yoko
Miles de cajas vacías en esta exposición
La boba es la tuya
Pedaleando sin Yoko
Sin plaza Montague
Sin confesiones
Sin bebés muertos
No Wedding Album
No Power to the People
No Jealous Guy
Espacios completamente vacíos
(La boba es la tuya)
Cold Turkey
La camiseta rota
Y un mono trepándome por la espalda
La camiseta rota
Y un mono trepándome por la espalda
La camiseta rota
Y un mono trepándome por la espalda
She’s Lost Control
Hay un rumor de trueno.
La bestia quiere salir.
Abrámosle paso con fiel reverencia.
La bestia quiere salir.
La bestia no implora, exige.
Golpea puertas y ventanas de la mente idiotizada, exigiendo una respuesta:
“¿Quién osó encarcelarme en un efímero sueño?”.
La bestia no implora, exige.
Se rebela en el nudo de tu garganta, en la acidez de tu estómago.
La bestia no implora, exige.
Exige devoción, gritos de piedad; sacrificios en las piras bautismales.
La bestia no implora, exige.
No reniega del trabajo arduo, de la soledad; de las vigilias boca arriba o de las anfetaminas que la mantengan despierta días enteros.
La bestia exige respeto, provoca miedo; miradas incómodas que se entrecruzan ante su presencia.
La bestia golpea el púlpito con un puño. Está enojada, iracunda, irascible: no soporta la injusticia, la desidia, la traición.
Se alimenta de la miseria de la calle, del indigente ennegrecido; de la travesti inflada a silicona industrial.
La bestia bebe la sangre de los vencidos y arranca cueros cabelludos para fabricar pelucas que combinen con sus zapatos.
La bestia belleza.
La bestia verdugo.
La bestia omnívora que devorará a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.
La bestia que exige respeto y sacrificios de sangre sobre las pilas bautismales de tu iglesia local.
Estado
Amanezco en el limbo
Rodeada por las almas de los no bautizados.
Espero la redención
Tejiendo mi tela sin red,
Con la misma paciencia que las arañas.
Mantengo mi mente en un punto de fuga,
Rozando la idiotez para no desfallecer.
Trabajo con la cabeza entornada,
Consciente de que la resignación perruna
Implica un grado de dignidad.
Me rebelo exhausta ante la tiranía
De las piedras opresoras,
Y amanezco nuevamente en el limbo.
Rodeada de manitas amigables
Que acarician mi rostro con desenfado gozoso.
(Sin título)
A mi madre
Te engendré
Con los primeros rayos de sol de la era cristiana.
Vimos a los apóstoles de cabeza sobre la arena.
Te engendré cuando
Tu cuerpo desnudo daba estertores en la colina.
Yo te resucité.
Te engendré
Abrazando un hábito invisible,
Llorando junto al devocionario.
Te engendré
Escupiendo tu Biblia,
Doblegando tus espaldas; maldiciéndote día y noche.
Te engendré
Desde la locura de un cuarto deshabitado
Hasta la falacia del trueno y la decepción.
Te di vida.
Sobre la demoledora pegatina de los siglos,
Está tu sombra junto a la mía.
Inseparables, en una espiral ensimismada y triste.
Conjunto de rasgos propios
Veo tu identidad en lo que consumís
No punks, no hippies, no floggers,
Veo tu estupidez en lo que consumís
De camino hacia un trabajo detestable
Veo tu identidad
No emos, no grunges, no darks.
No hay con quién tratar
Yo veo tu identidad
Choose Life
¿Vos decidís?
Ilusiones de compra
Detrás de un mostrador
¿Vos decidís?
Ilusiones demócratas
Dentro de una urna
Fantasías
En un mundo convencional
Fantasías
Fantasías de libertad
¿Vos decidís?
Ilusiones amorosas
En un espejo de carne
Fantasías
Fantasías en un mundo convencional
Fantasías
Fantasías fantasmagóricas
Lost Generation
Cago, como, duermo
Cada dos por tres quiero morir.
Ando vomitando por ahí
Destruyendo mi mente
Día y noche
Nada me importa
No tengo futuro
Riéndome de todo
Hablando solo por las calles
No quiero que me lo digan y me lo dicen
No quiero que me lo ordenen y me lo ordenan
No quiero que me exploten pero me explotan
Me siento un pedazo de carne de tu estúpido cañón
Cago, como, duermo
Cada dos por tres quiero morir
Freedom Village
Me voy a Freedom Village
Para mi recuperación
De tanto escuchar esas canciones
Creo que soy un ángel del demonio
Enviado para tu reconversión
Rehabilitándome en Freedom Village
Debo llevar falda
Debo asistir a lecciones sobre cómo ser una buena ama de casa
Debo dejar de escuchar mis discos
Y corear canciones alabando a Jesús
Me voy a Freedom Village
Si tengo que sincerarme,
No los extrañaré.
Creo firmemente que todos somos pecadores
Me voy a Freedom Village
Será triste el adiós
Pero saldré reconstruida
Ya lo verás
Me voy a Freedom Village
Para mi recuperación
¡Bye mama!
Es bueno recorrer el camino hacia el infierno junto a vos.
Ómnibus
En un triángulo de piel,
Carne de gallina.
En el castillo de Lovecraft
Al abrigo de comunicaciones vanas
Construimos un hilo de miserable unión.
De alguna forma éramos semejantes,
Sobre esa mesa ladeada, llena de cassettes pegajosos.
Disimular la enfermedad,
Con esa tristeza tan honda que no te provoca
Llanto sino una mueca muda.
Perdidos en nuestros mundos de juguete.
Rodeados de jungla.
Nadie nos dijo
Nadie nos avisó
Reality bites
Rodando tu cabeza
Amoratada donde la soga.
Destruir una civilización para conformar otra.
Cuerpo atravesado por lo negativo, donde lo otro planta bandera.
Filósofos nutridos con sopa de convento.
Desparramo de sangre que la turba circense con expectación, contempla.
Estupro.
¡Oh, tierra ingrata, tierra mía!
¡Oh, negra noche de asesinos!
Nada grave
Amaneceres en Moncloa.
Dioses ibéricos.
Comparsa alucinada que colgará al rey.
Garbage
Tratándonos como basura
¿Cuántos años podemos durar?
Tratándonos como basura
Queriéndonos convencer a troche y moche
Yo no veo el nosotros
Sólo individualidades pisándose las cabezas
Persiguiendo la muerte de los otros
Trabajando en perversos lugares
Para poder sobrevivir
Tratándonos como basura
¿Cuánto tiempo podemos durar?
Debemos degenerar, escarnecer la piel
Ejercitar la mente por nada
No hay un sucio premio
Ni un banco de justicia universal
Tratándonos como basura
Día y noche
¿Cuánto tiempo duraremos?
Bomba de clavos
A veces quisiera explotar,
Que mi cuerpo fuese una bomba de clavos;
Darle en un ojo a alguno;
Dejarlo ciego.
Sol cuello cortado
Dulces figuras apuñaladas.
Violenta esperanza.
Kurt
Convertido en un arbusto
Donde se posan las arpías
Cantas
Out of the box
What’s in the box, nene?
Una muchacha rubia, desnuda, corriendo por el parque.
250 millones de marionetas sin hilos.
What’s in the box, baby?
Un CD de Janis Joplin con jeringa de regalo.
Una revista cultural, de izquierdas.
Morrisey en la tapa.
What’s in the box, my friend?
Un capítulo de los Simpson.
Mi pierna acalambrada.
Ella cambiando de cassette.
What’s in the box, my dear?
Tu corazón cicatrizando.
Algo de actitud.
Sartre y Simona tomados del brazo.
What’s in the box, cabrón?
Mariano Mores al piano.
Una niña bailando.
Bombos y platillos.
Nihilismo barato.
Hiroshima y Nagasaki
Todos querían salir con japonesas
(Earth needs rice)
Mujer barriendo
Barre la mujer, barre.
Sostiene la escoba.
Barre la mujer que se ha olvidado de ser mujer.
Barre al tiempo que un idioma de escombros la tapia.
Piernas varicosas; zapatillas demasiado chicas para esos pies.
Rehén de estos tristes versos
Mujer que se ha olvidado de ser mujer.
Walking in the park with Eloise
Donde yo canto vestido.
Donde ningún color.
Donde la incertidumbre circunda y la angustia horada.
Así vieron pasar.
Que no fueron tantas.
Cuadro
Bolsas desbordadas,
Colectivos hasta el tope: alguno que te empuja,
Dejále el asiento a la señora con el nene.
Recorro el centro de la ciudad
Respirando este otoño,
Este abandono,
Esta negligencia.
Convencido de que no se recomienza: se cambia de escenografía.
Sería muy fácil cambiar de identidad, de hábitos, de facciones.
Desprenderse/deshacerse/esconderse de eso que no se quiere seguir padeciendo.
Tener menos conciencia del final.
Bolsas desbordadas.
Colectivos hasta el tope.
La señora con el nene.
Tristes engranajes de una ciudad ajena.
Waiting for the bus
El sol entona un Do de pecho
Y se le quiebran las muelas.
Sobre tres haikus de Matsuo Basho
Año tras año
Sobre el rostro del mono
Un rostro adorado
El océano es profundo,
El cielo está alto,
Y crean una atmósfera triste.
¡Odio!, digo,
¿Con qué voz estás gritando?
Un sonido otoñal
Te quema vivo
Hipólita
La tensión del arco quema su seno derecho
Asesinó los hijos que parió.
Ir de paseo por el shopping
Mirar televisión
Reclamar por más seguridad
Confesarse cada domingo
Domesticar a la empleada
Salió a matar gente
Con toda la furia
Con toda la furia
Desmanteló la ciudad
Con su guerrilla de la mente.
Poor Wretch
Polilla tensa a la luz de la madrugada.
Noches agujereadas sobre estómagos largos.
¡Todas las furias cantaron en mis venas!
Despiértame, bruja.
Concédeme el inquebrantable espíritu que no se doblega.
Y dormí sobre nubes
Y bendije mi desclasamiento.
Agradecí la miseria.
Recé por la maldición, el error, el equívoco.
Me atraganté con tierra destruida
Y esposé mi vida para siempre;
Encadené mi conciencia a la conciencia del mundo.
Atravesé el fuego.
La eternidad. Nouvelles. Eloisa Guerra.
Eloísa Guerra
La eternidad
Nouvelles
2005-2014
PRIMERA EDICIÓN
6. COLECCIÓN NARRATIVA
74 EDITORIAL
CÓRDOBA. ARGENTINA.
Prohibida su reproducción total o parcial
sin previa autorización expresa de la autora.
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.
Prólogo
Estas nouvelles fueron escritas entre 2005 y 2014. Se puede apreciar en ellas la evolución de una escritura disciplinada, que comenzó en el año 2003. Quería llegar a decir lo que quería decir, con un recurso mínimo de palabras y creo que en la última nouvelle (la más preciada para mí), eso está bastante claro. Como siempre, lo que no hace falta, pesa.
Me sirvieron de mucha inspiración los dos libros lineales de W. S. Burroughs, Queer y Yonquie, (tanto para la elección de los temas en “La eternidad”, como para el estilo), París era una fiesta, de E. Hemingway, la obra completa de T. Capote, más la cultura popular de las letras de diversas canciones.
Creo que el trabajo ha quedado a medias, en cierto sentido: hace falta apretar tuercas, en el futuro, sobre lo estilístico. Nunca se está lo demasiado cerca de lo deseado. Pero, quizá, vale la pena, seguir en la búsqueda.
Después de diez años persiguiendo “la palabra justa”, hay una especie de cansancio que se apodera de uno cuando ha hecho este trabajo desde los 15 ó 16. Garrapatear cuadernos no es tan difícil como hacer de esto un oficio, exitoso o no. El oficio requiere responsabilidad, rapidez, caradurez, alegría de estar vivo; cintura: un excelente estado físico.
Vivo medianamente de la literatura y del periodismo desde los 30 años, no por faltarme lo anteriormente mencionado, sino por mi lentitud en la toma de decisiones. No he tenido oportunidades, o mejor dicho, no me las he procurado tampoco (con docilidad), a nivel empleo. Siempre he sido la dueña de mí misma, mi jefa, mi única déspota a la hora de preguntarme qué debo hacer al minuto siguiente. Y si bien he renegado bastante, no puedo quejarme de que la recepción haya sido el rechazo: yo misma me sorprendo de las actitudes que tiene el público para con mi obra. Complejos, les llamaría Freud.
“Adiós a la infancia” es la nouvelle que abre este libro. Está basada en una historia real de la que me enteré, viviendo en una pequeña ciudad. Creo que lo más aleccionador que persigue, es dar cuenta de lo perjudicial de las malas juntas: he aquí un joven que no encuentra contención en su familia y la busca donde no debe.
“El año del fin del mundo” tiene como protagonista a Rocío, una jovencita que debe vivir sucesos extraños para renunciar así a la opresión y verse por fin liberada.
“La eternidad” narra la vida de un joven escritor que encuentra el amor, después de aprender varias lecciones.
Quizá no sea tan curioso que los tres protagonistas quieran ser o sean escritores. No hablo de una instancia autobiográfica ni mucho menos, sino de que el arte, busca el arte. Como siempre, y desde mi primera nouvelle Los delirios del Dr. Sánchez (que forma parte de una trilogía que todavía estoy preparando), apunto a que mi escritura sea didáctica, entretenida y moralizante.
Mayo 2014.
Adiós a la infancia. Eloisa Guerra. 2005.
Adiós a la infancia
2005
Un tornado arrasó a mi ciudad
Y a mi jardín primitivo.
Un tornado arrasó a tu ciudad
Y a tu jardín primitivo.
Pero no.
Mejor no hablar de ciertas cosas.
I
Pablo entreabrió los ojos y maldijo por dentro: estaba vivo. Vivo de nuevo. Sintió un intenso ardor en el antebrazo izquierdo y una especie de tirantez que lo inmovilizó. De fondo se oían dos niveles de murmullos: el televisor, casi imperceptible, y la conversación ahogada de su padre y su madrastra. Acodados sobre la mesa del comedor, hablaban de la suerte que correría Pablo de ahora en más. Se había convertido en un pequeño monstruo con la capacidad de autodestruirse y arrasar con todo lo que estaba a su paso. Por iniciativa de Irene, no se sentían culpables. En cambio, si por Claudio fuese, hubiera intentado él mismo lo que su hijo había probado. Quizá el hecho de que su madre lo abandonara…, aunque de eso hacía muchos años ya. ¿Existiría algo así? ¿Una especie de dolor residual? Como fuera, ¿qué era lo que ellos debían hacer con ese chico?
Pablo maldijo por segunda vez. ¡Vivo! ¿Qué clase de imbécil era que ni siquiera servía para matarse? Era una verdadera vergüenza. Ahora debería empezar a dar excusas; lo interrogarían. Le preguntarían por qué, cómo, cuándo. Lo llevarían de un psiquiatra para quedarse tranquilos y que otro resolviera el problema. Recordó la estrofa de “Isolation”: Mother I tried please believe me/ I’m doing the best that I can/ I’m ashamed of the things I’ve been put through/ I’m ashamed of the person I’m. Pero no había nada que confesarle a su madre: a ella, simplemente, no le importaba su suerte. El problema era él, siempre había sido él. Todos sus intentos por adaptarse a algún grupo, su amor imposible por Andrea, su soledad infinita. Eso de sentirse siempre una isla en el lugar que estuviera, con cualquier persona que fuese. Era débil y estúpido, un bueno para nada. ¡Y todo le sabía tan horrible!: la vida le sonaba insoportable. Yo no pedí que me nacieran, ni vos: nos trajeron a la fuerza. Luego recordó a Cioran. ¿Era él, acaso, con toda su estupidez y debilidad, un espíritu subversivo? Cerró los ojos con desaliento. ¡Vivo! ¿Por qué sabía tanto de lo más horroroso siendo tan joven? ¿Por qué justo él, en ese pueblo inmundo, perdido en los confines de vaya uno a saber dónde, había llegado a la conclusión de que la vida no valía la pena? Recordó a Andrea y un profundo dolor le inundó el pecho: ¡cuánta tristeza! Estaba condenado. Apretó los ojos con fuerza y a pesar de que no quería, todo volvió a su memoria.
II
Tropezó con una silla en la oscuridad.
-¡Shh! ¡Boludo! ¡No hagás ruido!
Andrea se adelantó susurrando “esperáme acá”. El estrecho pasillo conducía a una gran habitación en penumbras, apenas iluminada por un pequeño velador. Inclinada hacia la cama, una mujer de unos cincuenta años, dormitaba sentada en una banqueta: los codos apoyados en los muslos, los puños en la mandíbula. Andrea se asomó, colgada del picaporte.
-Maá… maá.
La mujer abrió los ojos sobresaltada y se incorporó.
-Andre… ¿qué hacés acá a esta hora? ¿El papi ya llegó?
La muchacha bajó la mirada.
-No todavía no.
Desde la cama salían los ronquidos de la anciana que Dora cuidaba desde hacía años. Tenía la boca entreabierta y el pelo ceniciento y corto, echado hacia atrás sobre la almohada. La blanca piel estaba marcada por finísimos surcos que daban al rostro un aspecto frágil y blando, como de papel crepé.
La voz de Dora sonó cansada.
-¿A qué viniste hija?... Sabés que no…
Andrea la abrazó antes de que siguiera.
-Necesito diez centavitos- dijo sonriendo, en voz baja.
La madre suspiró simulando fastidio y buscó en los bolsillos de su delgada campera de lana. Sostuvo en el aire la moneda.
-¿Para qué la querés?
Andrea abrió los ojos.
-Para un chicle.
-¡Un chicle a esta hora nena!... ¡Es hora de dormir!
La hija se colgó del brazo.
-Dale má…
De súbito, la señora Teresa empezó a toser, ahogada con saliva. Llamó con grito ajado y autoritario.
-Dora… Dora… ¿Dónde está Dora?... ¡Dora! ¡Que la necesito!
La tos aumentó en intensidad. Dora empujó a su hija.
-Andá, andá- pero se volvió con el índice levantado –Y ojo con andar callejeando.
Andrea saludó con la mano: su rostro estaba iluminado por una sonrisa. Salió para el pasillo donde Pablo esperaba con los ojos dilatados, rodeado de oscuridad.
Los primeros días de otoño sobre Small Town no habían sido tan rigurosos, aunque esa noche la temperatura había bajado considerablemente. En el pintoresco barrio de noventa casas iguales, sólo se oían Andrea y Pablo, caminando con paso arrastrado hacia el kiosco. La medianoche cubierta por argéntea luz, estaba sumida en un silencio expectante. Pablo meditaba mirando el piso, pateando las piedritas que rellenaban la calle de tierra. No le gustaba participar de las mentiras de su prima. Se sentía incómodo. Aunque era cierto que estar a su lado, compensaba de lejos todo cargo de conciencia.
-¿Le mentiste?
-¡Ay, Pablo! Fue una mentira boluda. No podés creer que vas a andar por la vida diciendo siempre la verdad. ¡Eso no existe!
En el cordón de la vereda del negocio, tres muchachones compartían un porrón. Se pasaban la botella en silencio, con ojos cansados. Andrea los saludó con un beso y algunos chistes. Sólo uno de ellos respondió, los demás seguían relajados, mirando sin mirar.
-¿Cómo andás negra?
Tenía rasgados ojos verdes, que miraban como a través de una espesa bruma, la tez color aceituna y graciosas ondas en el cabello castaño.
-Bien. Vengo a comprar cigarrillos.
-¿Cigarrillos?
Buscó en el bolsillo de su camisa.
-Tomá, sacá uno, son negros lo único.
-¡Ah, no importa!
Andrea hizo ademán de superada, tomó el paquete de Particulares y sacó.
-Gracias- dijo sonriendo.
Roberto le guiñó un ojo y miró a Pablo, que unos pasos atrás, contemplaba la escena en silencio.
-¿Vos querés uno?... Sacá.
Temió responder que no fumaba e instintivamente levantó los hombros. Estiró uno de sus brazos, recibiendo el paquete.
-El sábado tocamos en La Gehena- empinó la botella. Bebió un largo trago.
-Vayan.
Se despidieron.
-¿Qué música hacen?
-¡Rock, boludo! ¿Qué música van a hacer?
Andrea miró hacia arriba, como hablando con el Altísimo.
-¡Me encanta ese tipo! ¡Qué bueno que está!
Pablo la miró con aire resentido, ¿qué podía encontrar de lindo en aquel pusilánime? Recapacitó en dos segundos: le quedaban pintados los jeans elastizados.
-¿Vamos a ir?
-Y… No sé… Viste cómo son en mi casa.
A Pablo le inhibía hablar de su situación de reprimido: sus flamantes diecisiete años, parecían diez o doce, al lado de la libertad de sus pares.
-¡Vos porque sos un gordo boludo que les das bola!... ¡Yo que vos, sabés qué! ¡Me rajo a la mierda por la ventana!... Escucháme, no podés dejar que esa puta reventada te maneje la vida como si fueras el hijo propio.
Pablo iba mirándose los pies, la calle irregular. Todo lo que su prima decía era cierto, pero él no podía más que sufrir la situación. Se sentía como maniatado.
-¿A vos te dejan?- preguntó en voz baja, conociendo la respuesta.
-A mí no es si me dejan… Yo voy a ir. Ni siquiera les pienso preguntar. Además, tampoco tengo que mentir, porque mi vieja trabaja hasta las siete de la mañana y mi viejo… -chupó casi el filtro- …mi viejo seguro que sale.
-¿Te parecen horas de llegar?
Pablo agachó la cabeza y se encaminó hacia su habitación.
-¿Qué pasa?
-El maleducado de tu hijo… ¿Qué va a pasar?
Con los brazos en jarra, Irene lo vio alejarse por el pasillo.
-Ese pendejo nos va a traer problemas. Acordáte de lo que yo te digo.
Encendió un cigarrillo.
-Dejálo, Irene, es joven. Yo a esa edad…
-Sí, vos a esa edad eras un boludo que ni te cuento. Sí, me acuerdo.
Claudio calló, clavando los ojos en el televisor.
En su cuarto, mientras tanto, Pablo preparaba la ceremonia. Encendió el velador y enchufó los auriculares al walkman.
Ella vino como el viento sur
Ella vino del mismo modo que una tormenta de verano
Ella le hizo algo a mi cerebro
Y yo, ciertamente, no sé bien qué fue
La voz del ídolo se expandía lentamente por el oído y el cuerpo. Placer. Un placer al que no le seguía ningún tipo de sufrimiento.
Love me like a beauty
Love me like a whore
Tell me I’m a genius
Tell me I’m a bore
-¿Bore?
Pablo se levantó de la cama como un suspiro. Buscó en su Océano Pocket.
-“Aburrido. Pesado”.
Sonrió, divertido.
III
El abuelo no tenía una gran biblioteca, pero en un páramo virulento como Small Town, era suficiente y más. El gran Gatsby, El muro, Sobre héroes y tumbas, Metamorfosis, Iluminaciones…
-A este lo estaba leyendo el asesino de Lennon.
Sus manos huesudas y coloradas, tocaron la tapa como si se hubiese tratado del mismísimo libro de Chapman. Pablo abría los ojos ansioso cada vez que el viejo despegaba los labios.
-Te vas a enamorar. El protagonista es un chico con principios, así como vos…- suspiró apretando las mandíbulas
–Lástima que toda la mierda que se tienen que tragar después los eche a perder.
Miró fijamente a su nieto.
-Nunca te vendas, Pablo. Que no te importe ser un paria. Nada tiene más valor que ser sincero con uno mismo.
Señaló por la ventana, Pablo supuso que a la gente que pasaba caminando.
-¿Ves todo esto? ¡Pasa! Las relaciones humanas son un engaña pichanga.
Se tocó la frente, volvió a suspirar.
-Aunque yo ya estoy viejo, como podrás observar- dijo sonriendo.
Arrastró los pies hasta el silloncito de la sala y se recostó.
-¿La escuela?
-Tengo que escribir algo para el 25 de Mayo.
El abuelo lanzó una carcajada. Parecía un chico: se le formaban pliegues alrededor de los ojos y un pozo diminuto a cada lado de la cara.
-¿Y qué vas a escribir?
-¡Ya lo tengo hecho!
Buscó en el bolsillo de su campera de jean.
-¿Te lo leo?
-Dale, a ver.
-Patria, se llama.
El abuelo frunció el ceño.
A pesar de los golpes que sufrió, nuestra Patria sigue adelante.
A pesar de los hipócritas que sostienen el bastón de mando y los generales que huelen a óxido…
-¿Cómo sigue?
-A pesar de…
-¡No! ¡No me gusta! Vos podés hacer algo mucho mejor. Ya tenés diecisiete años Pablo, sos grande. Fijáte que a tu edad, en 1871, Rimbaud había escrito “El barco ebrio”. Tenés que estudiar más…
Dobló el papel sin apuro.
“Tiene razón. Es una verdadera porquería”.
-Aunque, claro, para los borregos esos que tenés de compañeros, es demasiado.
Permanecieron en silencio un largo rato intervalo en el cual, el viejo se fumó varios Marlboro y Pablo hojeó El cazador oculto. Se detuvo en un párrafo, impresionado.
Era en el capítulo dos. Caulfield habla con el profesor Spencer, éste le pregunta qué le dijo Thurmer cuando lo citó. Thurmer era el rector de Pencey, colegio del que Caulfield había sido expulsado.
-Oh… Bueno, me habló de que la vida venía a ser un partido y que era necesario jugarlo de acuerdo con los reglamentos. Fue bastante tolerante. Es decir, no se enfureció, ni nada de eso. Se limitó a hablarme acerca de la vida como un gran partido y cosas por el estilo. Usted sabe.
-Sí, la vida es un partido, muchacho. La vida es un partido que uno juega de acuerdo con los reglamentos.
-Sí, señor. Sé que lo es. De verdad lo sé.
Sí, lindo partido, reflexiona Caulfield, si uno está en el equipo integrado por los mejores, entonces puede hablarse de un partido, de acuerdo. Pero si a uno le toca jugar en el otro bando, donde están todos los chambones, ¿de qué partido me hablan? Nada; que no hay tal partido.
-Abuelo… ¿Me puedo quedar a dormir?
El viejo abrió los ojos: iba perdido en el pasado, sumido en amarillentos sueños.
-¿Vas a ir a avisar?
-… No…
-¡Vamos todavía!- le palmeó el brazo.
El cazador oculto resbaló de las manos de Pablo y quedó abierto en la primera página. Había un sello: “Donación de la Embajada de los Estados Unidos”. El chico miró al viejo, que sonreía con los ojitos brillantes.
-Me lo robé de una biblioteca, cuando vivía en Buenos Aires.
IV
En La Gehena no entraba un alfiler. No era un gran salón, pero se las arreglaba para alojar a casi cien personas entre mesas, sillas y barra. Los músicos ya habían armado: en el fondo, la batería. Hacia la derecha un micrófono, más adelante otro y el equipo de la guitarra, instrumento que descansaba sobre un pie. El suelo estaba sembrado de cables y sobre la izquierda, el hombre del sonido. Los chicos no cobraban por la actuación: los tragos iban gratis, pero más allá de eso, nunca veían un centavo. Al del sonido tenían que invitarlo con alcohol o tirarle unos pesos de sus bolsillos. Estaban hartos de tocar en esas condiciones, pero era mejor que estar ensayando en un garage.
Andrea llegó sola. Estaba bastante nerviosa, no sabía con quién iba a encontrarse; ni siquiera sabía si conocería a alguien además de Roberto. El muchacho la vio apenas traspasó la puerta y fue a su encuentro. La desenvoltura que los caracterizaba en la calle, se les volvió en contra esta vez. Estuvieron tan tímidos, que los dos, por separado, llegaron a pensar que todo había sido una gran equivocación. Roberto la invitó con un trago de Fernet. Andrea bebió in dudar.
-¿Viniste sola?
La muchacha lo miró pensando que le hacía una broma.
-Bueno… No encontré a nadie que me acompañara.
Por supuesto que era una mentira: Andrea no tenía amigas, tenía a Pablo solamente, pero él no se había decidido a saltar por la ventana.
-A nadie le gusta el rock.
Andrea sonrió. Sus grandes ojos negros brillaron. Le devolvió el vaso y rozaron sus dedos. Las miradas se cruzaron turbadas.
-Voy a ir yendo porque me parece que ya vamos a empezar.
Volvió hacia la barra balanceando sus finas cadenas con arrogancia.
Andrea se quedó junto a la puerta fumando nerviosamente. Había robado diez pesos de la cartera de su madre y se disponía a gastarlos cuando vio movimiento en el improvisado escenario: Roberto se colgaba la guitarra y cada uno de los otros se acomodaba en sus puestos. Los acordes de “Fiesta cervezal” reventaron los oídos de los presentes. Andrea se acercó a la barra y acomodándose en una banqueta, encontró un buen ángulo desde donde observar el espectáculo. Estaba feliz.
Boca arriba, mirando el techo, Pablo soñaba con La Gehena.
-Se estarán divirtiendo de lo lindo.
Esa noche ni el walkman pudo hacerlo sentir mejor. Una especie de bronca frustrada, un nudo en la garganta. Había imaginado mil veces esa noche de sábado durante toda la semana y ni una vez, había pensado que terminaría así, recostado en la cama de la pieza que su abuelo le reservaba.
-¿Qué estarán haciendo?
Se levantó en la oscuridad. Abrió la ventana y el aire frío le pegó en la cara. ¿Por qué era tan cobarde?
En el intervalo, las miradas se cruzaban furtivamente. Roberto conversaba con los chicos, se acercaba al tipo del sonido, gesticulaba. Se arrimaba a algunas mesas, charlaba y reía sin dejar de mirar hacia la barra. Antes de que comenzaran el segundo set, el muchacho se acercó. Los corazones latían atropelladamente.
-¿Y? ¿Te gustó?
-¿Van a seguir tocando?
Roberto señaló el vaso.
-¿Me das un trago?
Ella sonrió con timidez y asintió. Roberto bebió clavándole la mirada.
-¿Te vas a quedar hasta el final?
-Eso creo.
-Si me aguantás, te acompaño hasta tu casa.
-Me voy a quedar hasta que termine- dijo Andrea con los ojos dilatados por los nervios.
Él sonrió y le acarició una de las mejillas con el dedo. Después, repentinamente, desapareció para el patio.
Con las manos en los bolsillos, ateridos por el frío, los chicos se pasaban el canuto. Roberto llegó apurado y refregándose las manos.
-Me encanta esa minita.
Los otros se miraron en silencio. Miguel frunció el ceño y tomó la palabra.
-Esa es la hija del borracho Murúa. La madre cuida a una vieja del otro lado.
Roberto levantó las cejas.
-¿Sí? Ni idea. Lo único que sé, es que anda siempre con un gordito rubio… Me dijo que es el primo.
-Claro. Es el hijo del hermano del borracho, el Claudio Murúa, que trabaja en el banco. Está juntado con la loca tarada de la Irene García- golpeó con el dorso de la mano el brazo de Luis, que intentaba chupar el canuto.
-¿Te acordás lo que era esa mina? ¡Un putón!
Luis sonrió asintiendo.
-Pero, pero… Pero esa no es la madre, la madre del pibe.
-¡No! La madre se escapó con otro cuando el pendejo era chico. Se llegó a decir que no era hijo de Murúa.
Franco casi murmuró.
-Mierda, ustedes se saben la vida de todo el pueblo.
Miguel reaccionó con rapidez.
-¿Vos qué te creés? ¿Qué soy viejo al pedo yo? ¡No, pendejo!
Con el aluminio de una etiqueta, Roberto armó una tuquera. Terminaron de fumar mirándose los pies.
-Hay que pedirle al del sonido más retorno.
-Es un boludo ese tipo- dijo Franco guardando la tuca. –Siempre tiene alguna historia.
Luis salió para adentro diciendo “Está para, para cagarse de frío”. Franco y Miguel lo siguieron, pero Roberto tomó a este último por el brazo.
-¿Me prestás las llaves?
-¡Eu! ¿Tan pronto?
Roberto se quedó en silencio.
-Mirá que es pendeja… no la apurés.
-Bueno, no es tan pendeja tampoco.
-Yo te las doy, no tengo problema- dijo metiendo la mano en el bolsillo del jean. Dejó las llaves suspendidas en el aire.
-Pero te pido una cosa.
Roberto lo miró intrigado.
-Tendéme la cama, pendejo.
Pablo se calzó los pantalones en silencio. Había dejado la ventana abierta como para inspirarse. Se puso la campera pensando en Andrea. Hasta La Gehena había unas quince cuadras, caminaría con rapidez, con las manos en los bolsillos y la frente en alto. Sin miedo.
El segundo set había comenzado con toda la furia de una libido contenida. Roberto gritaba “Me gusta ese tajo” y la gente tomaba mucha cerveza. Una densa humareda llenaba el pub y Andrea sentía ganas de vomitar. Acababa de tomar el primer porrón entero de su vida. Tambaleándose y aturdida por la música, se aproximó al baño. Sus luces blancas, que contrastaban con la semioscuridad de la barra, la hicieron sentir peor: un líquido agrio se agolpaba en su garganta. Las dos puertas estaban cerradas, supuso que había gente adentro. Se apoyó en la pared, tragando saliva y más saliva, hasta que no pudo aguantar. Allí mismo se dobló en dos. Una mujer con pantalones de cuero abrió una de las puertas de los excusados en ese mismo momento. Andrea vomitó tres veces al lado del lavabo. Luego se agarró de los grifos y se enjuagó la boca. Se sentía un poco mejor aunque todavía estaba mareada.
Pablo llegó a la esquina y frenó de súbito. Sintió un intenso miedo que lo paralizó. ¿Y si su abuelo se levantaba? ¿Si descubriera que él no estaba en la cama, que la ventana estaba entreabierta? El abuelo era macanudo, pero sin duda hablaría con su padre al día siguiente. Sin malicia por supuesto, pero reclamándole a Claudio que le diera más libertad.
“No tiene sentido escaparse por la ventana”.
Suspiró cerrando los ojos. ¿Por qué dudaba? Pensó en Andrea: ella nunca dudaba.
“Ella no sabe del vacío”.
Dio media vuelta sintiéndose un imbécil. Trató de recordar aquella frase de Cioran: “El espíritu aquejado de hamletismo…” ¿Cómo seguía? El espíritu aquejado de hamletismo siempre es inofensivo. ¡Inofensivo! Inofensivo era lo último que él quería ser.
“Inofensivo apesta. Inofensivo es una mierda. Inofensivo y la concha de tu hermana”.
Iracundo, emprendió la retirada.
Andrea se refugió en el patio. El aire frío le hizo bien. Respiraba hondo y miraba las estrellas, encajonadas en un recorte de cielo. Alguien se asomó. Era la mujer de los pantalones de cuero.
-¿Estás bien?
Llevaba una campera también de cuero, con flecos en las mangas y el cabello lacio le caía livianamente por los costados de su rostro.
Se acercó a Andrea. Hurgó en los bolsillos de su campera y sacó una etiqueta de cigarrillos. La invitó.
-¿Venís siempre a escuchar a los chicos?
-Sí.
Le pasó el encendedor.
-Yo es la primera vez que vengo. Me invitó Roberto.
La mujer sonrió.
-Dice que quiere acompañarme a mi casa cuando terminen de tocar…- Andrea suspiró. –A mí me encanta.
-Roberto es amigo de mi marido. Es buen tipo… Medio tiro al aire.
-¿Cómo medio tiro al aire?
La mujer sonrió nuevamente.
-Vamos para adentro que acá nos vamos a congelar.
“Ruta 66” fue el último tema de la noche, que concluyó entre los aplausos y vítores de los presentes. Nada mal para una banda de covers. Tenían fuerza, imagen y tres temas propios que nunca se animaban a tocar.
Roberto cerró el estuche de su guitarra y miró hacia la barra: allí estaba Andrea esperándolo. Se dirigió al dueño del bar.
-Mañana la vengo a buscar.
El tipo asintió.
-¿Vamos?
Salieron por la puerta de madera dejando atrás el bullicio, el humo y las carcajadas. A las cinco de la mañana, pocos vehículos recorrían las calles de Small Town. Algunos lo hacían a gran velocidad, doblando en las esquinas con agudo chillido. Las señoras mayores saltaban de sus camas.
-¿Qué te pareció?
-Estuvo muy bueno… Mi casa es para allá.
Roberto la tomó de las manos.
-Andrea… Un amigo me prestó las llaves de su casa… ¿Te gustaría pasar la noche conmigo?
La muchacha quedó paralizada.
-Me parece que no.
Entonces, Roberto la besó con suavidad. Estaban parados en el medio de la calle, a dos cuadras de La Gehena. Él no era bueno para los asuntos amorosos, pero siempre había tenido éxito con las chicas: en general eran de su edad y accedían rápidamente. Pero Andrea no sólo era mucho más joven, sino que también le gustaba de manera especial. Temblaba por el frío y por los nervios y eso no dejaba de volverlo loco.
-Lo dejemos para otra vez… Tengo que volver a mi casa…
Roberto se resignó sin enojo, recordando las palabras de Miguel, que más sabía por viejo que por diablo.
V
Todos los recreos, las chicas de quinto se reunían en el baño de la escuela a fumar un cigarrillo. Andrea lo hacía distanciada de las demás alumnas que, agrupadas en ronda, se pasaban el pucho. Una de ellas hablaba sin parar. Las otras, escuchaban en silencio.
-Me compré una mini espectacular. Es de cuero rojo. La voy a usar con unas botas negras que tengo. Horacio me va a pasar a buscar por casa el sábado. El padre le va a prestar el auto… Siempre le prestaron el auto, desde los catorce años. Le tienen mucha confianza porque él no toma nunca…
Andrea chupó el cigarrillo pensando en Roberto. No dejaba de inspirarle ternura que no tuviera un centavo. Su trabajo en una bicicletería y su sueño de ser una estrella de rock: eso era todo lo que él podía ofrecerle.
La muchacha histrión seguía gesticulando mientras las demás oían con los ojos abiertos. Andrea tiró el filtro y lo pisó. Salió del baño y se dirigió a la galería. Era una de esas mañanas en que la lluvia cae pesadamente, como una cortina de hierro. Se acercó a las ventanas y miró por ellas. El playón daba a un campo que con la lluvia, se veía más verde que nunca. Arriba, el cielo se aproximaba sigiloso y oscuro. Densos nubarrones descargaban con furia su contenido. Sonó el timbre mientras las gotas resbalaban sobre los cristales.
Entraron al aula, clase de literatura. Siempre se reían por lo bajo de la profesora: parecía estar constantemente en otra realidad. Acostumbraba llevar guillerminas marrones y un desteñido pantalón negro que se le amontonaba en los tobillos. Los ojos se le perdían en dos rayas diminutas, detrás de gruesos anteojos. En general, demostraba bonhomía, pero había mañanas en las que llegaba con el ceño fruncido y les gritaba al menor movimiento. Los chicos sabían que solía tener problemas con la directora porque no acataba los programas señalados por el gobierno. Sin ir más lejos, esa misma mañana en la que debía hablarles sobre el Martín Fierro, les dictó una clase sobre La conjura de los necios.
-Esta historia que voy a contarles no tiene que ver solamente con la literatura- exclamó comenzando la clase, ante un auditórium poco interesado. Algunos dormitaban recostados sobre los pupitres; otros se sostenían el mentón, aburridos, rebelándose con abulia frente a lo que no tenían ganas de oír. Sólo Pablo se mantenía incólume y despierto durante la hora de la literatura. Las historias ajenas le daban espacio para la evasión. La literatura era una doncella que le abría las puertas, le tendía una mano y no desaparecía.
-Esta historia tiene que ver con la injusticia a la que son sometidos determinados artistas. Injusticia que es, por otro lado, inherente al género humano y a las condiciones sociales y culturales de una época. ¿Cómo podemos explicar racionalmente que un autor ignorado en vida por decenas de editoriales, haya ganado una década después de su suicidio, uno de los premios más prestigiosos de los Estados Unidos? ¿Debemos atribuirlo a la incomprensión de un grupo de elitistas, a la capacidad visionaria del autor…?
-Podemos atribuirlo a la inconsistencia de los premios, profe- saltó Pablo.
Esther sonrió.
-Esa es otra opción.
-Sabemos que los premios tienen que ver con variables alejadas de la literatura… Quizá se apiadaron de su fin…
Andrea se dio vuelta para mirarlo.
-Sin embargo, Pablo, hay poca piedad en el ámbito de los críticos y de las juntas que deciden a quienes van dirigidos premios tan prestigiados como el Pulitzer. Yo creo que tuvieron que rendirse ante la evidencia de que era un buen texto.
-¿Y cómo antes no pudieron advertir los editores que se trataba de algo bueno?
La profesora suspiró.
-Quizá Kennedy Toole golpeó las puertas equivocadas. Quizá la obra no fue comprendida por sus contemporáneos.
-¿Se suicidó porque no le publicaron el libro?- preguntó uno de los alumnos que estaba sentado en uno de los últimos bancos.
-Bueno, un suicidio no sucede nunca por una sola razón. Hay muchos factores que intervienen: estados de ánimo depresivos, sentimientos de culpa, falta de sociabilidad, carencias afectivas. A veces una acción externa es sólo la gota que colma el vaso.
-Para mí todos los que se suicidan son unos imbéciles.
-Deberás comprender que hay algunos espíritus más sensibles que otros.
-Bah! Para mí eso es una mentira, porque no te publican un libro o porque tu novia te dejó, ¿te vas a matar? Esa clase de gente no merece la vida. Además van al infierno.
-Sí, es cierto. Vi un programa en la tele, de gente que vuelve de la muerte. Los suicidas que se salvan no ven la luz blanca, sólo sienten manos que tratan de agarrarlos y ven todo oscuro.
La clase se había despertado.
-Yo creo que debe haber sido un pobre tipo que sufría mucho. A lo mejor quiso dar un punto final a tanta miseria.
-¡Pero no podés matarte!... Con las cosas buenas que tiene la vida…
Pablo escuchaba callado. Al final de cuentas, ¿él no lo había pensado muchas veces? Se imaginó con los brazos cortados y vendados cruzados sobre su pecho, dentro de un ataúd. Imaginó el gentío de la casa velatoria: sus compañeros, su padre sollozando; la misma Esther con La conjura de los necios debajo del brazo. Sin duda, todos tendrían opiniones dispares. Los titulares locales publicarían: “Un adolescente ha osado”. Noches atrás, mientras se deleitaba con Joy Division, había fantaseado con una romántica idea: la de los suicidios en masa. Después de su paso en firme, miles de jóvenes recapacitarían, se darían cuenta de que la vida no tenía sentido y optarían por la misma vía de escape. ¡Su acto se convertiría en una gran rebelión colectiva contra la naturaleza!
Cuando volvió en sí, Esther trataba de calmar a la clase, que se había convertido en un torbellino.
-Yo creo que hizo bien- gritó Pablo.
-Si sentía que ya no daba más, que había cumplido su ciclo, tenía que renunciar. ¿Acaso estamos obligados a padecer injusticias y oprobios sin poder sublevarnos? Creo que dentro de todas las subversiones posibles, la mayor es la del suicidio. Es rebelarse directamente contra Dios, contra la naturaleza, contra la contingencia, o como fuere que se llame lo que gobierna nuestros días.
Todos callaron de súbito. Hasta que el alumno de los últimos bancos reaccionó:
-Bah! Vos sos un gordo tarado y si seguís pensando así, vas a terminar mal.
VI
-Escuchá esto.
Era la famosa grabación documental de Tanguito.
-Pero ahí no está… No está la… el… tema ése… Ése “La princesa dorada”…
-¿Vamos a ir a hacer la compra?
-No sé si está el loco.
-¡Vamos boludo!... De una disparada.
Roberto se incorporó ágilmente.
-Ya venimos. Prestáme el auto.
Miguel juntó las manos, como en actitud de oración y exclamó con grito histérico:
-¡Cuidámelo al nene, te lo pido por favor!
Se sostuvo las mejillas mientras lo veía salir.
-¡Está hermoso el pendejo!
“El pendejo” rumbeó para la puerta de calle sin decir palabra. Atrás iba Franco, ensimismado. Él sólo agitaba para ir a hacer la compra, todo lo demás le importaba un carajo. Inclusive las chicas.
El dealer los atendió en cuero. Se rascó el vientre mientras los hacía pasar.
-Al lado del fuego te asás.
Uno de los hijos se descolgó de la silla y se acercó a los chicos: los miró como si hubiesen sido dos bichos raros. La mujer, una morocha teñida de un rubio furioso, miraba televisión ensimismada.
Entraron a una habitación llena de cajas de cartón.
-La semana pasada me fui para Mar Chiquita. Nada que ver con trámites de este tipo, me fui de vacaciones. Como yo tenía franco, le digo a la bruja: “¿Y si nos vamos de una escapadita para desenchufarnos un poco?”
Los chicos lo observaban en silencio mientras sacaba una bolsa de una de las cajas.
-Enseguida me dijo que sí… Dice que acá se aburre mucho… Cargamos a los críos en el auto y nos fuimos. El viaje es un plomo, la ruta es un desastre, un millón de camiones…Los chicos estaban insoportables, se arañaban, se puteaban, querían bajarse en cualquier lado…
Uno de los protagonistas de la historia apareció en la habitación pidiendo por su padre: era un niño de unos tres años con los cabellos desgreñados.
-No te creas que hay mucho para ver, pero cambiás de aire. ¿Ustedes conocen?
Roberto dijo que no con la cabeza.
-El que está bueno es el hotel de los alemanes. ¡No sabés lo que es eso! Vos sabés que el tipo que lo construyó era un nazi que llevó a su hijo para que se curara de una enfermedad, ¿viste que el barro de la zona tiene propiedades curativas?
Encendió un cigarrillo al tiempo que Franco suspiraba.
-Vos sabés que el tipo este…
-¿Qué tipo?
-El alemán que hizo construir el hotel. Lo hizo hacer como un homenaje al pueblo porque el pibe se curó. ¡Veinticinco millones de dólares de los de ahora le salió!- Se agarró la cabeza -¡Dios mío, cómo no tener esa guita! Sabés la mansión que me hago hacer… ¿Podés creer lo que hizo el tipo?
Roberto elevó las cejas esperando la respuesta.
-Después de tres meses recibiendo gente a full, cerró las puertas y nunca más se supo de él.
-¿O sea que gastó veinticinco millones para tirar todo a la mierda?
-Así como lo oís. Abandonó todo a la buena de Dios.
-Es increíble. ¿Y el hijo no quiso saber nada tampoco?
-El hijo se fue a Buenos Aires a estudiar medicina y nunca quiso saber nada con el hotel. El único sobreviviente es un nieto del alemán, hijo del médico, al que contactaron una vez los de la municipalidad para ver si quería saber algo con semejante edificio… Pero nada. El tipo tampoco quería saber nada. Toda la familia se desentendió. Ahora los del municipio lo utilizan como recorrido turístico.
Cuando salían, volvieron a cruzarse con la familia: la mujer había encendido un cigarrillo y esta vez los miró como al descuido. El dealer los acompañó hasta la puerta.
-Linda noche- dijo saliendo a la vereda y mirando el cielo.
-Si- respondió Franco.
-Linda noche para fumarse un caño.
VII
A principios de septiembre, el abuelo fue internado de urgencia por una descompensación y falleció cinco días después. Fue velado en una pequeña sala al lado de la parroquia del pueblo. Pablo faltó al colegio una semana entera, desconsolado. Se la pasaba encerrado en su cuarto mirando el techo o estupidizándose frente al televisor. Una de esas mañanas en las que reptaba de canal en canal se detuvo frente a una imagen: un avión se estrellaba contra un edificio. Ambulancias, humo, muertos. Y mientras miles de voces opinaban a su alrededor, él se mantenía transportado en el tiempo, alejado de la realidad por el poder que el sufrimiento ejercía sobre su espíritu. Entonces una tarde, Andrea tuvo una idea para arrancarlo de su entumecimiento: le presentaría a los chicos. Ellos lo integrarían, escucharían música juntos; quizá hasta compartieran otros gustos. Pablo no opuso resistencia: con los ojos aún vidriosos, acompañó a su prima hasta la casa de Miguel.
VIII
Sostenía la jarra de cerveza como al descuido. La marihuana le estaba haciendo efecto. Sentía una especie de sopor, una liviandad; sentía que su cabeza se iba expandiendo poco a poco hacia confines que nunca había visitado sobrio. Miles de pensamientos se agolpaban en su mente y su lengua, ansiosa de libertad, comenzó a abrirse paso entre el silencio reinante.
-En este país saltan cuando les tocan el culito.
Los chicos se sobresaltaron. Miguel levantó las cejas sorprendido.
-Bah! País, nación… Son formas de decir, ¿no creen? Este territorio es apenas una provincia más del imperio romano de occidente. ¿Quién puede discutirme eso? ¡Absolutamente nadie!- bebió un trago de la jarra.
-¿En qué me baso? ¡Ja! En casi nada. A ver, a ver… los carteles de los negocios, la música que pasan por la radio, las series que pasan por la televisión, los nombres de los niños. Creemos que vivimos en democracia porque hay tetas y culos en la televisión; porque un soleado domingo, una amable señora madre de familia, sonríe detrás de una urna pidiéndonos el DNI… ¡Mierda! Como dice el poeta “y es sólo una figurita el que esté de presidente”. Este territorio es una colonia. El estado no existe más que para reunirse con el FMI. Este territorio vive en una anarquía encubierta… Estamos viviendo en la violencia disgregada. Un pobre infeliz asesina a otro pobre infeliz para robarle un par de zapatillas. ¿La culpa es de alguna de las dos partes? Hasta que no nos pongamos del mismo lado, la culpa es de todos… ¿Hasta cuándo vamos a dejar que estos hijos de puta manejen todo?
Suspiró tambaleándose en la silla. De pronto se acordó del Che Guevara.
-Argentina se parece cada vez más a la Cuba de Batista… Una pequeña franja de población que la tiene toda y no le importa nada, que vive en una nube de pedo, concurriendo a desfiles y cenas de beneficencia y organizando fastuosas fiestas donde corre de la buena… ¿Qué le ofrece al pueblo esta élite? ¡Planes trabajar!
Frunció el ceño. Un terrible mareo lo había invadido.
-Me siento mal- farfulló.
-¡Andá al baño!- gritó Miguel tratando de sonar gracioso, pero Pablo no pudo contenerse más y vomitó allí mismo, en medio de la cocina.
-Gordo y la concha de tu hermana…- murmuró Franco. Había soportado toda la perorata y ahora, encima, esto. ¿Por qué había que aguantarlo? Él no era de la barra, le estaban haciendo un favor a Roberto para que quedara bien con su noviecita. Lo que no alcanzaba a comprender, era por qué a los demás parecía caerle tan bien. Era aburrido y tonto, su charla no era interesante en lo más mínimo. Siempre salía con temas que no tenían nada que ver, como el discurso que acababa de pronunciar, por ejemplo. ¿A quién carajo le interesaba que Argentina fuese una colonia? Mientras todo siguiera como estaba y pudieran conseguir buena marihuana para pasar el rato, ¿a quién carajo le interesaba Cuba?
Pablo vomitó cuatro o cinco veces ante la mirada despreciativa de Franco, que doblaba las piernas para no ser alcanzado. Miguel se levantó y lo llevó de un brazo hasta el baño.
-Dale, laváte la cara con agua fría, así se te pasa un poco el mambo que tenés.
Pablo obedeció todavía mareado. Alguien en la cocina dio vuelta el disco y empezó a sonar “Brown Sugar”.
-Me encanta ese tema…- balbuceó Pablo; varias gotas caían desde sus ojos cansados y enrojecidos.
-Sí, a mí también. Secáte la cara y vamos para allá.
IX
Pablo se encerró en su habitación. Esta vez, en lugar de los auriculares, se sentó en la silla, frente al escritorio. Estaba furioso. Quería llorar, gritar, romper cosas. Cerró los ojos y apretó las sienes con los puños. Tomó su cuaderno de apuntes, la lapicera negra y comenzó a escribir sin pensar.
“¿Qué esperan de nosotros? Nos llenan la cabeza con mierda y pretenden que tengamos opinión. Cada vez que prendo el televisor lo corroboro. Miles de horas de basura, de nube de humo, para que no veamos la realidad en la que estamos inmersos. No contentos con eso nos envenenan la sangre y el cerebro. Nos hacen adictos a algo para que nos dejemos de joder. Al shopping, a la marihuana, a la televisión, al Internet, a la cocaína, a la moda, a la boludez… ¿Qué pretenden de nosotros? Nos llenan la cabeza con mierda y nos aleccionan para que sigamos sus pasos. Dóciles corderos, ladrillos en la pared. Me niego a pertenecer a esta raza de perdedores. ¿Es que mi grito quedará perdido en el vacío? Es una gran frustración. Nada tiene para ofrecerme este vasto universo.”
Descansó apoyándose en el respaldo de la silla, eso era todo. Un vómito, una descarga eléctrica. Se sentía un poco mejor.
X
Franco revoleó los ojos. Iba a tener que soportar otro de los discursos del gordo. Estaba hastiado de esa situación. ¿Cuándo volverían los viejos tiempos, aquellos en los que con sus amigos fumaba plácidamente, escuchando música, sin preocuparse por el devenir de los tiempos?
-En 1968… El 18 de octubre de 1968 John Lennon y Yoko Ono fueron arrestados por posesión de marihuana. Estaba en el depósito y Lennon ni sabía que estaba ahí: un chofer la había llevado en un envase de película. Lo más gracioso era que en esa época, Lennon y Ono estaban consumiendo heroína… Se habían enterado de que los iban a requisar y se encargaron de limpiar la casa.
Bebió un trago de vino tinto de su jarra, pero ya se sentía mareado.
“Qué maldición. No puedo mezclar que ya me siento mal”.
El estómago le daba vueltas. Los chicos empezaron a hablar de otra cosa; esta vez, literalmente lo ignoraron. “Es una verdadera lástima” se dijo Pablo “realmente quiero integrarme a ellos, llegar a un contacto, a una comunicación. Pero parecen interesados en otros temas”.
Se levantó, dejando la jarra sobre la mesa, tratando de disimular lo mal que se sentía. Yendo para el baño, se llevó por delante el marco de la puerta.
Franco reaccionó en cuanto Pablo desapareció.
-No hay que invitarlo más, siempre le pasa lo mismo. ¿Por qué yo me tengo que bancar las boludeces que dice y hace este tipo?
-No seas así, me pidió Andrea que le hiciéramos un favor.
-Yo no tengo la culpa de que esté solo… ¡Qué se busque una niñera! Nosotros no tenemos por qué aguantarlo. ¡Es un pelotudo!- apretó con bronca la colilla del cigarrillo sobre el cenicero. Miguel trató de apaciguar los ánimos.
-Es medio pelotudo pero no le hace mal a nadie. Qué querés… es pendejo todavía.
-Si sigue viniendo, yo no vengo más.
-¡Eh, no seas así! Ahora el pendejo sos vos.
Franco se cruzó de brazos.
-No lo quiero, no lo quiero.
-Yo, yo tampoco, tampoco lo quiero pero eso no significa que lo odie… Es un, es un pobre pibe.
-O sea que vos lo aceptás porque le tenés lástima. Perdonáme que te diga, pero eso es peor que no quererlo. Yo por lo menos soy sincero: no lo quiero y es cierto. Vos te hacés el amigo, pero en el fondo pensás que es un pobre tipo. Él fuma porro porque quiere estar con nosotros, pero lo único que logra es vomitar, que le tengamos lástima, o en mi caso, odio. Yo creo que en la posición en que está, es mejor quedarse solo- encendió otro cigarrillo -Bah! Yo me quedaría solo.
Todos se quedaron en silencio.
Doblado sobre el lavatorio, Pablo se enjuagaba la cara. Estaba agotado: quería dormir cinco días seguidos, nunca haber nacido, viajar a Moscú y no regresar en su vida. Pensó en John Lennon mientras se miraba en el espejo. Lo imaginó rodeado de policías y perros, sentado junto a su mujer, ambos con el cabello sucio, después de días sin bañarse. “Se inyectaban heroína y los metieron en cana por un poco de marihuana. Qué mundo de mierda”.
Se sostuvo la frente, suspiró.
“Qué humillante enfrentarme a los chicos ahora… Qué terrible darme cuenta de que no soy un superhéroe… De que no sirvo para nada. No siquiera voy a poder escribir algo como la gente nunca”.
Bajó la tapa del inodoro y se sentó: no quería salir del baño. ¿Qué debía hacer?
“No quiero dejar de venir, aunque sé que a ellos les da lo mismo”.
Eso era lo más terrible: ninguno era su amigo. Estaban forzando una situación porque él estaba solo. Con lo único que contaba era con su imaginación, pero ella también lo traicionaba, le prometía cosas que jamás le revelaría: entre ellas, le prometía que podía convertirse en otro tipo. Había suficientes evidencias que indicaban que era débil y estúpido, suficientes evidencias de su inferioridad.
“Hay que matarse”, pensó de súbito. Matarse para no volver a sufrir la peor de las humillaciones: la que él mismo se imponía para demostrar que era cool.
“No soy cool… Debería estar orgulloso… Pero me siento miserable”.
Entre tanto, en la cocina, los chicos deliberaban. Miguel se descolgó de la silla murmurando “Che, voy a ver si este no está muerto”. Se dirigió al baño con paso apretado. Golpeó.
-Che, ¿estás ahí?
Pablo se sobresaltó y contestó que ya salía.
Asimismo, Miguel se quedó detrás de la puerta, con la oreja pegada.
-¿Seguro que estás bien?
-Sí.
La voz sonó apagada y ensombrecida. Miguel no pudo evitar darse cuenta de aquello, abrió la puerta y encontró a Pablo sentado sobre la tapa del inodoro, con la cabeza gacha, todavía mareado.
-¿Qué pasa loco? Hace media hora que estás encerrado acá.
-No me siento muy bien-, dijo Pablo rascándose la cabeza.
-¿Vomitaste? ¿Y eso no te hace sentir mejor? Digo… Vos tenés experiencia en eso.
-Andá que yo ya voy. En serio.
Miguel lo miró unos segundos y después salió para la cocina. No entendía muy bien qué era lo que pasaba con ese muchacho. Por un momento pensó que había oído la conversación, pero eso era imposible: estaban a dos habitaciones de por medio y además había música. Seguramente algo había escuchado, murmullos, frases ininteligibles. Nada en concreto.
Al cabo de unos minutos, apareció Pablo por fin. Lucía más pálido que de costumbre y un aspecto de cansancio general lo cubría por completo. Pidió un cigarrillo; Roberto le ofreció uno, acercándole el paquete.
-Chicos… Yo me voy.
“Rock and roll” estaba en todo su apogeo. Por un momento la voz gatuna de Plant, llenó la habitación y los oídos.
-Eh, tan rápido-. Roberto no pudo evitar sentirse un poco culpable. Apreciaba al gordo, para él era un buen tipo.
-Estoy cansado- dijo soltando el humo con torpeza.
-Nos vemos.
Y dando media vuelta, se encaminó hacia la puerta de calle. Los chicos se miraron de reojo. Miguel se levantó para sacar otro porrón de la heladera.
El viento frío de un anochecer desapacible, le quemó la cara. Pero lo hizo sentir mejor.
“No vuelvo nunca más. Y si Andrea me pregunta por qué, ya voy a ver qué le contesto”.
Punto final. No tenía sentido juntarse con los chicos. Ellos nunca entenderían que él los admiraba. Personificaban todo lo que a él le faltaba: eran libres. Y estaba Roberto, por supuesto, que tenía a la negra. Había llegado a pensar que si se juntaba con ellos, existía la remota posibilidad de que Andrea le diera bola, de que lo tomara en serio. Pero no. Él simplemente no servía para la vida de superestrella de rock. Era débil, siempre estaba equivocado, su conversación no era interesante en lo más mínimo y si mezclaba alcohol con falopa, iba muerto.
“Ahora soñá con inyectarte heroína, perdedor”.
No era justo. Su interés por las drogas era de tipo experiencial, no aspiraba a quedarse enganchado. Sólo quería probar, desordenar sus sentidos.
Todas las formas del dolor y del amor.
Y al parecer le estaba negado el universo de la marihuana; no se le había abierto ninguna puerta, salvo la que llevaba el letrero de toilette. ¿Sobre qué escribiría? Quería dar testimonio de los nuevos tiempos, ¿cómo podía hacerlo si vomitaba como un perro con dos secas de faso? Se detuvo de pronto, recordando unas palabras de Lennon: “Un creador no necesita ningún tipo de estimulante, ni siquiera tabaco o café”. Desorientado, se sentó en el cordón de la vereda.
“Claro, él podía decirlo. Ya había probado todo. Quiero decir, daba por sentado que era así porque lo había vivido en carne propia”. Se encogió, apoyando el mentón sobre las rodillas y abrazándose las piernas. Un viento que lo congelaba, bamboleaba los árboles del barrio y el cielo estaba encapotado. Aún así no deseaba volver a su casa. Hacía rato que ese lugar no le pertenecía. Un hondo estremecimiento le apretó el pecho. En medio del atardecer helado, con la boca todavía agria y el estómago revuelto, se sintió aislado del mundo y sus acontecimientos.
Entró con sigilo, la puerta estaba sin llave. Irene no tardó en asomarse desde la cocina.
-¿A dónde estabas?
-En lo de Andrea.
Trató de escurrirse hacia la habitación.
-¿Sí? Fijáte que Andrea te vino a buscar… Vení acá, te estoy hablando.
Pablo frenó en el pasillo pero no se dio vuelta: temió que su aspecto u olor lo delatasen.
-Te estoy hablando, ¿dónde estabas?
-Me voy a la pieza- masculló. Se encerró rápidamente, pero la mujer no se detuvo: lo siguió, abriendo la puerta e irrumpiendo con fuerza.
-¿Te parece, dejarme con la palabra en la boca? Vos me vas a decir adónde estuviste.
Entonces, como por arte de magia, Pablo se animó a decir lo que nunca había dicho.
-Ya tengo diecisiete años y no tengo por qué decirte todo lo que hago. Además, vos no sos mi madre.
El corazón le latía con violencia. Se desconocía actuando de esa manera. La interlocutora lo desafió, acercándole el rostro.
-¿Vos estás loco? ¡A mí no me vas a hablar así!
Pablo calló. Ahora sentía miedo, pero era un miedo infundado: la mujer nunca pasaba de las humillaciones y amenazas.
-Vos estuviste tomando… ¿Con quién estabas?
-No es cierto, yo no estuve haciendo nada- murmuró Pablo tembloroso. Irene siguió gritando desequilibrada.
-¡No me mientas! ¡Estuviste tomando! ¡Decíme con quién!
Afortunadamente para Pablo, Claudio llegaba. Estaba conversando con el vecino de enfrente y vio llegar a Pablo. A continuación oyó los gritos y decidió cruzarse para evitar la vergüenza del escándalo.
-¿Qué pasa Irene? Se escucha de la calle el griterío.
-¡Preguntále a tu hijo lo que pasa, tiene olor a alcohol, miente y encima me hace frente!
Pablo estaba sentado sobre la cama con los ojos dilatados. Toda la escena parecía surrealista: eso no podía estar pasando.
-¿Es cierto Pablo? ¿Estuviste tomando?
-No.
-Ya sabés lo que pensamos del alcohol en esta casa…
-¡Ahora le vas a dar un sermón, cuando lo que necesita este chico es disciplina!
-Andá un rato para la cocina que quiero hablar con mi hijo. Y tranquilizáte un poco, por favor.
Irene aceptó resoplando. En momentos como ése no dejaba de pensar que haberse casado con Claudio había sido un gran error. Le parecía de una necedad imperdonable no haber tenido en cuenta que los problemas comenzarían cuando Pablo creciera.
Padre e hijo se encontraron uno al lado del otro. Claudio fue al grano, supuso que sabía por dónde venía la cosa.
-Mirá Pablo, yo también extraño a tu abuelo.
Pablo lo miró sobresaltado. No había pensado en su abuelo en todo el día, pero esas simples palabras conmovieron un mecanismo interno y de pronto sus ojos se cubrieron de lágrimas. Hubiese querido romper a llorar como un bebé, cobijarse en los brazos de su padre y quedarse dormido.
-Que haya muerto significa una pérdida muy grande para todos. Yo entiendo lo que significaba para vos: era tu compinche. Está bien que llores, que te descargues. Yo puedo entender que tomes una cerveza con tus amigos, pero quiero que sepas que eso no soluciona nada. Chuparte no va a traer a tu abuelo de vuelta. Así es la vida, en algún momento se termina. Y los que quedamos, tenemos que transitarla con la mayor dignidad posible.
Pablo se sostuvo el rostro con las manos, vencido por el llanto. Su cabeza era un torbellino de imágenes inconclusas: su abuelo sonriendo, los chicos fumando, su cara pálida frente al espejo del baño de Miguel… Imágenes que lo llenaban de desasosiego… ¡Si tan sólo hubiera sabido lo que tenía que hacer!
XI
Sobre la barra y coqueteando con los de la banda, las mismas groupies de siempre, borrachas y fumadas. Pablo se ubicó cerca de los baños, tratando de disimular su presencia. Había dudado semanas enteras sobre si debía ir o no al recital, hasta que al fin se decidió por lo primero, pensando en divertirse un poco con la música. Además, aprovechaba una especie de armisticio que le habían dado sus padres. Miró en derredor: nadie conocido. Sobre el escenario, un muchacho de no más de veinte años cantaba “A miracle of the sun” con voz afinada. Era una interpretación pobre pero una especie de dulzura la envolvía y transformaba el momento.
La mayoría de los que se encontraban en el salón del club eran adolescentes, tirados en el parquet, degustando cerveza en pequeños grupos.
Mientras la banda desarmaba y las luces blancas anunciaban la llegada de un nuevo conjunto, el corazón de Pablo latía con violencia: volvía a tener esa misma horrible sensación, la de estar desprendido del mundo. Sobrante. ¿Trágico? Resolvió ir por un poco de cerveza, pero dudaba porque las piernas le temblaban. El salón estaba oscuro, pero seguramente alguien con buen ojo advertiría el temblor estúpido de sus rodillas. Decidió esperar un poco más. De pronto alguien lo saludó: era Luis con su natural condescendencia.
“Bueno”, se dijo, “después de tanto tiempo, por lo menos se acerca a saludar”.
Se sentó a su lado.
-Está fría la noche.
-Sí.
-Más tarde tocamos, ¿te vas a quedar?
-Sí, claro.
-¿Querés fumar?
Pablo encogió los hombros recordando que siempre vomitaba, pero al final dijo “Bueno”, pensando que daría dos sequitas y listo. Salieron al parque del club.
-¿El colegio?
-Bien. El lunes tengo examen de química.
Luis asintió sin demasiado interés mientras encendía el cigarro. Una de las chicas que Pablo había visto en la barra pasó sonriendo y se detuvo frente a ellos.
-¿Y vos cómo te llamás?
Pablo se sonrojó, bajando la mirada intimidado.
-Pablo Murúa- contestó como un autómata. La muchacha lo tomó por el mentón al tiempo que Luis se reía a carcajadas.
-Hermosos ojos Pablo Murúa.
Acto seguido, en un interminable segundo de confusión, Pablo sintió que le daba un beso. Era un beso fulminante y amargo, con gusto a porro y a cigarrillo. Dio media vuelta y desapareció rumbo al salón, balanceando un magnífico trasero enfundado en un blue jean que le quedaba como un guante. Pablo quedó petrificado. Luis seguía sonriendo, pero ahora en silencio y con los ojos achinados. Le tocó el hombro con la mano en que sostenía el canuto.
-Tomá. Fumá un poco.
Entraron cuando la segunda banda iba por el tercer tema. Eran como seis músicos y el cantante tocaba la armónica con destreza y prolijidad. Hacían un tema que los Yarbirds habían versionado: “I’m a man”. Entonces, en un giro de cabeza, algo atontado por el humo dulce, Pablo los vio. Estaban sentados en el borde de una ventana haciéndose arrumacos. Apretó las mandíbulas con bronca y envalentonado por el faso, se acercó como un idiota, sin importarle nada de nada. Aunque trató de sonar gracioso, sabía en el fondo que toda la escena era patética.
-Hey, la parejita feliz. ¿Cómo andan esos enamorados?
Andrea saludó con sincera alegría.
-Hola Pablo, ¿qué hacés?
-Nada, veo cómo la gente rica come pan delante de los pobres.
Roberto revoleó los ojos.
-¿Qué hacés loco?
-Bien, todo bien.
Se quedaron un momento en silencio, al tiempo que la atmósfera se iba cargando más y más. Hasta que Roberto deslizó con explícita malicia:
-¿Por qué no vas un rato con Luis y las chicas así nosotros hablamos de nuestros asuntos?
Pablo miró a Andrea en busca de ayuda, pero ella desvió la mirada.
Tragando saliva, se encaminó hacia la barra, donde Miguel susurraba boludeces a una rubia tetona. Pidió otra cerveza y allí se quedó, mirando sin mirar. Cuando hubo terminado el vaso, se sentó en el suelo y una inesperada metamorfosis lo invadió: pensó que sin Andrea ya nada valía realmente la pena. Se abandonó al sopor y a la bronca y comenzó a hacer estupideces. La primera fue mientras Roberto y su banda armaban. La chica que le había dado el beso, contemplaba el escenario de brazos cruzados, a escasos metros frente a él. Pablo se le acercó por atrás y, sin pensarlo dos veces, le manoseó el trasero brutalmente. Ella se dio vuelta embravecida.
-¿Qué te pasa pendejo? ¿Querés guerra?
Pablo sonrió estúpidamente cuando la palma le atravesó la cara. Se tambaleó unos segundos y después volvió al lugar que ocupaba con anterioridad.
Al rato, cuando los chicos estaban tocando, advirtió que la misma mujer, la rubia y otra de pelo corto, cuchicheaban dándose vuelta y mirando en su dirección.
“Les pareceré atractivo”, pensó riéndose.
Cuando la banda entonaba “Fiesta cervezal”, propició la gran estupidez de la noche. Abrazado a una tercera jarra de cerveza y con el paso vacilante, se subió al escenario (ante la mirada atónita y burlesca de los presentes) y empujó a Roberto fuera del micrófono: se echó a cantar torpemente, con la voz arrastrada por el alcohol y los cigarrillos negros que ahora fumaba. Roberto apretó las mandíbulas y lo dejó hacer. Al terminar el tema, trató de convencerlo de que se bajara.
-Nos estás arruinando el recital- le decía.
Pero Pablo no cejaba en su intrepidez de borracho. Sosteniendo el enorme vaso de plástico, sonreía como un idiota y gritaba que jamás se bajaría.
-Toquen “Desconfío”- decía.
-Toquen “Desconfío” y a lo mejor me bajo.
Entonces Franco, que hasta ese momento se había mantenido ajeno, masticando una furia ciega, se acercó con paso contenido y lo empujó. Pablo cayó a los pies del guitarrista, arrojándose lo que quedaba de cerveza sobre su campera gris. El público aplaudió divertido y Franco sonrió satisfecho por haber batido al enemigo.
Sentada sobre el piso de parquet, con la mirada ensombrecida por la tristeza y la vergüenza ajena, Andrea se preguntaba qué era lo que Pablo trataba de demostrar. Lo consideraba un tipo inteligente, aunque algo ingenuo, y le parecía una ilusión óptica verlo tumbado sobre un escenario, bañado en cerveza. Lo vio bajar tambaleándose y salir para el jardín.
El aire frío de la madrugada de octubre le pegó en la cara como una barra de hierro.
“Es la humillación, no el aire frío”, se dijo abatido. Y a la sazón, sucedió otra vez. La náusea apareció para llevárselo con ella. Cuatro veces sobre el pasto verde, sobre las zapatillas nuevas. La cabeza le daba mil vueltas, enloquecida y alucinada.
“Terminar con todo, terminar”, le retumbaba una y otra vez. Caminó llevándose por delante algunos arbustos, hasta que fue a parar debajo de la escalera de cemento, esa que su madrastra subía tres veces por semana para ir al gimnasio. El asco del estómago no desaparecía y se tumbó vencido contra la pared. Cerró los ojos, pero el vértigo se abalanzaba sobre él, ensordecedor.
-Ojalá alguien me abrazara- masculló entre dientes agrios.
En aquel momento las oyó. Al principio eran un murmullo ahogado, lleno de risitas estúpidas y falopeadas. En seguida se hizo más intenso y alcanzó a entender:
-Está por acá boluda… ¡Te lo juro!- y un nuevo estallido de risitas estúpidas. Se acercaron juntas, mientras lo señalaban tentadas.
-¿Así que vos sos el gordo piola que le anda tocando el culo a las chicas?
Pablo apenas podía distinguirlas en la oscuridad, pero estaba seguro. Eran la rubia tetona, la de pelo corto y la de los jeans ajustados. Quiso abrir la boca, pero lo abordaron con agresividad. Riendo con histeria, le sacaron los pantalones. Pablo se dejó desnudar entregado, ante la evidencia de su impotencia. Mientras lo manoseaban con torpeza, se sintió una marioneta: una dulce marioneta de tela bordada.
Amanecía.
“Soy una persona íntegra”.
Miró los árboles y escuchó su rumor: estaban llenos de pájaros desperezándose. Cantaban felices en un batir de alas que casi lo aturdía. El sol le penetraba los ojos y le dolían; todo el cuerpo le dolía. Se miró las piernas desnudas: las zapatillas y las medias estaban salpicadas por el vómito de la noche anterior.
Pensó en Dios: automáticamente se le apareció la imagen de un señor barbudo, de rigurosa túnica blanca.
No era la violencia de la brutalidad de las chicas. Era algo aún más brutal todavía, algo en su espíritu, algo en su cuerpo: algo en su mente.
“No debería haber nacido”. Tratando de alcanzar su pantalón, que yacía a unos escasos metros junto a él, recordó que siempre se había sentido así. Sin embargo, a pesar del dolor físico y moral, sabía que debía levantarse, vestirse y seguir respirando. ¿Por qué no se decidía a cortar con todo de una buena vez?
“El deseo de vivir es así: incondicional e insaciable. Pero, ¿existir en estos términos? Bueno sabés que las cosas siempre pueden cambiar”.
Hurgó en los bolsillos de su campera: la etiqueta estaba vacía y no encontraba el encendedor. Seguramente las chicas se lo habían robado, o él lo había perdido, junto a los arbustos, ¿quién podía saberlo? A lo mejor lo tenía por ahí, entre los pliegues de su ropa y no lo alcanzaba a percibir. Desconfiaba de sus sentidos.
Existence, well what does it matter/ I exist in the best terms I can/ The past is now part of my future/ The present is well out of hand.
Bueno, tenía que dejar de ser tan pesimista, después de todo había sido su primera vez. ¡Su primera vez! Claro que no había sido lo que él imaginaba cada noche: con la negra, en uno de los hoteles del pueblo; él acariciándole los cabellos con dulzura. Las cosas habían ocurrido bien diferentes a lo que su imaginación le dictaba: digamos que los hechos se habían precipitado. Cada imagen que había creado celosamente, durante tanto tiempo, en madrugadas en las que la soledad y el despecho lo invadían por completo, ahora caían arrasadas por la fuerza de un terremoto. Lo que su pasión no había logrado consumar en el cuerpo de Andrea, lo habían ejecutado en contra de su voluntad personajes ajenos a su fantasía. Extraños que merodeaban esperando la ocasión para usurpar su inocencia.
“Tengo que dejar de pensar. Sé que soy una persona íntegra, de veras lo soy”.
Y extrañamente, en una sociedad que pide a hipócritas gritos gente decente, eso no llegaba a consolarlo.
XII
López suspiró. Debía decirle al borracho Murúa lo que sabía de su hija. Le parecía una exageración de su parte discutir el asunto frente a todos, en la mesa, mirando un partido de fútbol. Tenía que esperar que los demás parroquianos se fueran, para poder charlar tranquilos, como dos compañeros de copas que eran.
Cuando al fin quedaron solos en el bar, tomó la palabra con un tono cauteloso.
-Mirá Carlos, tengo que contarte algo que escuché por ahí.
Murúa lo miró intrigado.
-¿Qué pasó?
Ubicaba los dedos en punta sobre la mesa, como si los hubiese tenido muy delicados o rotos. López calló por unos segundos: ahora le parecía indiscreto comunicárselo dentro del bar.
-Vení, acompañáme. Vamos afuera.
-Pero qué pasó, decíme, no andés con tantas vueltas.
-Vamos afuera. Yo sé porqué te lo digo.
Murúa se encogió de hombros pensando que, de buenas a primeras, su compañero se había vuelto incomprensible.
-Vos siempre me decías las cosas…
-Vamos afuera borracho.
El mozo, que esperaba la hora de cierre medio dormido, los siguió con la mirada hasta que estuvieron afuera.
-¿Qué pasa?
López suspiró nervioso.
-Mirá, perdonáme que te lo diga así, otra manera no tengo: me dijeron que tu hija está embarazada.
Murúa parpadeó confundido.
-¿Qué mi hija qué?
-Así me dijeron. Ojo que puede ser un puterío bajo, pero si te digo la verdad, vos te vas a poner furioso.
-¿Furioso de qué? ¿De una mentira tan gruesa como la que acabo de oír?
-Escucháme, pará un poco…
-¿Cómo se te ocurre decirme semejante cosa, basura?
-Pará un poco, escucháme. Yo la he visto varias veces a tu hija noviando con el tipo ése que se hace el rockero, el drogadicto.
El rostro de Murúa se desfiguró.
-¿Drogadicto?
-Sí. El Roberto Ibáñez. Los vi pasar infinidad de veces al frente del bar del Cholo. Yo tomándome una cañita y esos dos, paseando orondos de la mano. Y vos y tu mujer guardaditos en el baúl, como si nada.
-Pero, ¿vos estás seguro de lo que me estás diciendo? ¿No lo habrá inventado tu imaginación?... Te podés haber confundido, mirá que por ahí uno se confunde y le parece que tal…
-No Murúa. Yo los vi pasar con mis propios ojos: los dos, de la mano.
Murúa se tomó la cara por el mentón, tratando de razonar un poco.
-Pero esperáte che, ¿en qué momento pasó todo esto? ¿Cómo no lo supe?
-Y si vos, perdonáme que te diga, sos como yo: vivís metido en el bar.
-¿Qué me estás queriendo decir? ¿Qué soy un vago que sólo sirve para chupar?
-Aceptálo Carlos, descuidaste a tu hija.
-¿Cómo te atrevés a decirme eso? ¿Vos que sabés de cuidar hijos, solterón empedernido?
López le apoyó la mano en el hombro, tratando de calmar el torbellino que comenzaba a surgir de las fauces de Murúa.
-Dejáme, solterón resentido. Vos sos un resentido porque no tenés familia, inventás todo esto para ensuciarme…
Se bamboleó sobre las baldosas de la vereda. Ahora que lo pensaba, quizá de tanto salir de parranda, había descuidado a su familia.
-Mirá, vamos adentro, tomamos unas copitas más y vos te olvidás un poco de lo que dije… Vamos.
Murúa asintió, creyendo que el sopor lo salvaría de esa ira reconcentrada que lo estaba envolviendo. Nuevamente en el bar, ordenaron un vino y lo consumieron en silencio, sin mencionar más el tema.
XIII
Pensó en Sartre, con esa cara de sapo, la pipa y Simona al lado. En efecto, si salvo la vida o fallo, ¿no se juzgará más tarde mi suicidio como una cobardía? ¿No podrá mostrarme el acontecimiento que eran posibles otras soluciones? Pero como estas soluciones no pueden ser sino mis propios proyectos, sólo pueden aparecer si sigo viviendo. El suicidio es una absurdidad que hace naufragar mi vida en lo absurdo.
-Viejo puto, qué sabe de proyectos. ¡Loco, cara de sapo! Estar enamorado de alguien que te pasa bola sólo por lástima. ¡Ojo desviado, enano! Ser humillado al frente de un grupo de personas a las que sólo les interesa pasar el rato con tu miseria…
Sostuvo la hoja de afeitar, que brilló por un segundo al pegar en ella la luz del velador.
“¿Y si fallo? Debería tener un arma”.
Recordó aquella foto de Cobain que había bajado de Internet: sostenía un fusil de juguete, el caño estaba dentro de su boca.
“Él sí había sabido qué hacer. Con el mundo a sus pies, se había bajado los pantalones y había dicho: Jódanse ustedes, yo me rajo”.
Empezó el corte en una de sus muñecas pero se detuvo enseguida: le ardía.
Lo encontró su padre. Estaba arrojado en el lecho, con la hoja de afeitar todavía en la mano. El antebrazo izquierdo exhibía un corte de unos cinco centímetros.
Llamaron a una ambulancia.
En el dispensario, un enfermero con cara de simpático los atendió.
-La herida es superficial- le comentó a Claudio.
-Tal vez el intenso dolor provocó una baja de presión.
Efectivamente. Al iniciar el corte, Pablo sintió que el mundo le daba vueltas alrededor. Asimismo no cejó: continuó como había empezado, más decidido que antes. Pero de un momento a otro, se sintió dolorido y mareado; todo concluyó antes del derramamiento de sangre.
XIV
Miguel abrió la puerta en pantalón corto. Estaba descalzo y con un cigarrillo en la mano.
-Pasá.
Pablo obedeció. Entró avergonzado, con la cabeza entornada.
Se sentaron a la mesa.
-Supongo que te enteraste…
-Fijáte que me entero de todas las desgracias que andan pasando en este pueblo de mierda. ¿A quién carajo se le ocurre matarse? Antes tendrías que haber hecho una lista con la gente que querés ver muerta, ¿no sos guerrillero vos?
Pablo se mantuvo callado.
-Una idea de mierda que se te ocurrió para llamar la atención, seguro. Pero mirá que sos boludo ¿eh? Yo te creía un tipo más inteligente.
-Quisiera hablar de otra cosa…
-¿Ahora querés hablar? Cuando te juntabas con nosotros no hablabas nunca y si lo hacías era para decir pavadas que a nadie le importaban.
-Quiero irme de mi casa.
Miguel se enardeció.
-¿Irte de tu casa? ¡Después del cagadón que te acabás de mandar te querés ir de tu casa!
-Necesito plata.
-¡Ah! Por ahí venía la mano. Te fuiste de acá una tarde después de vomitar, nunca más volviste ni para saludar, te quisiste matar… Ahora venís a pedir plata… ¿Vos estás pirado?
-¿Me vas a prestar?
-¿Por qué no hablás con tu viejo? Yo no soy nadie para darte consejos, pero tendrías que hablar con él, decirle que estás confundido, que no sabés qué hacer…
-Yo no estoy confundido. Quiero irme de mi casa, nada más.
Miguel suspiró.
-Yo te presto plata, no tengo ningún drama pero, ¿te pusiste a pensar adónde vas a ir a parar?
-Yo me escapo y después veo.
-¡Ah! Vos te escapás y después ves…
Miguel apretó las mandíbulas. Se levantó y fue a su habitación.
De súbito, a Pablo le pareció que la casa estaba vacía. Las dos alacenas, la pava despintada sobre una hornalla, las sillas arrimadas a la mesa. Un profundo silencio atravesó la escena.
“Así estamos todos”, se dijo.
Al cabo de unos minutos, Miguel volvió con doscientos pesos y una navaja de bolsillo.
-Esto es todo lo que te puedo prestar… A esto te lo regalo. Para que te defiendas. Cuidáte pendejo.
XV
Los grillos cantaban alegremente en la noche sorda. Cuando al fin ganó la calle, podía sentir cómo la adrenalina corría por todo su cuerpo, incitándolo a caminar más y más rápido. Ocasionalmente, miraba por encima de su hombro, sintiendo algún crujido o ruido extraño: temía que lo siguieran. Pero sólo la madrugada lo acompañaba. El resto eran estrellas encajonadas en un recorte de cielo.
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